Las algas sirven como alimento y son usadas en distintos platos asiáticos. Foto: IPS

Las algas sirven como alimento y son usadas en distintos platos asiáticos. Foto: IPS

Orlando Milesi, IPS  (I)
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Las algas son fuente de empleo y de innovación

5 de julio de 2016 10:52

Las algas marinas, un alimento rico en nutrientes que estuvo presente en la dieta regular de varios pueblos originarios de América del Sur, aparecen ahora como una alternativa en la búsqueda de garantizar la seguridad alimentaria de América Latina y otorgar empleo a miles de habitantes de las zonas costeras de la región.

“Trabajo en las algas desde los cinco años. Ahora tengo 50. Tengo un patrón a quien siempre le vendo y quien, según dice, las usa para hacer cremas y plástico”, cuenta la alguera Zulema Muñoz, en el pueblo costero de Matanzas, a 160 kilómetros al sureste de Santiago de Chile, sobre el océano Pacífico.

Las algas marinas se han utilizado como alimento humano desde la antigüedad, especialmente en China, la península de Corea y el Japón. Al emigrar a otras regiones, los naturales de esos países han llevado su uso a sus nuevos países, por lo que pueden encontrarse productos a base de algas saladas, desecadas y frescas en casi todas las partes del mundo.

Según cifras de la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), cada año en el mundo se recogen unos 25 millones de toneladas de algas marinas y otras algas para su uso como alimento, en cosméticos y fertilizantes, además de procesarse para extraer espesantes o utilizarse como aditivo para piensos.

La FAO añade que la acuicultura marina, especialmente de algas y moluscos, contribuye a la seguridad alimentaria y al alivio de la pobreza, pues la mayoría de sus productos se obtienen con actividades pesqueras que van de pequeña a media escala.

Zulema Muñoz sale del mar cargando dos matas de algas de la variedad cochayuyo, que acaba de arrancar de las rocas a las que se adhiere, en la costa del océano Pacífico. Foto: Orlando Miles / IPS

Zulema Muñoz sale del mar cargando dos matas de algas de la variedad cochayuyo, que acaba de arrancar de las rocas a las que se adhiere, en la costa del océano Pacífico. Foto: Orlando Miles / IPS

América Latina, una región de 625 millones de personas, con más de 34 millones de ellas padeciendo hambre según cifras de la propia FAO, países como Argentina, Brasil, Colombia, Cuba, Ecuador, México, Perú y Venezuela, han explorado la producción de algas marinas.

En Chile, “estudios llevados a cabo en Monte Verde (región de Los Lagos, 800 kilómetros al sur de Santiago), demostraron que allí, en uno de los primeros asentamientos humanos de América, las personas incorporaron en su dieta algas marinas”, explicó Erasmo Macaya, investigador principal del Laboratorio de Estudios Algales de la chilena Universidad de Concepción

Áxel Manríquez, chef ejecutivo del hotel Plaza San Francisco, en Santiago, asegura que en la actualidad existe “un reencantamiento con las algas, sobre todo porque los veganos consumen muchas”.

Recuerda que en la cocina peruana, “producto de su mestizaje con China, de su influencia, ha incorporado algas en su cocina Chifa. En Chile solo tenemos influencia china en el norte y por eso nuestras algas se van todas para Asia”.

Las algas “son sumamente potentes: tienen muchos nutrientes y, además, son un producto muy sano porque su salinidad es regulada por el océano. No tienen exceso de sal y, además, se pueden consumir crudas o cocidas. Nos ayudan en nuestro metabolismo y a incorporar yodo. Los asiáticos no padecen hipertiroidismo porque consumen muchas algas”, destaca el experto culinario.

Chile posee más de 700 especies de macroalgas marinas descritas, de las que solo 20 especies son utilizadas comercialmente. “Desafortunadamente los estudios sobre biodiversidad y taxonomía son muy escasos y también reciben poco financiamiento”.

Otras investigaciones en curso, dice, permitirán incrementar el valor agregado de las algas convirtiéndolas en biocombustibles, bioplásticos, productos con aplicaciones en biomedicina, entre otros, una tendencia que cobra relevancia a escala mundial.

Durante las últimas décadas, la demanda ha crecido más deprisa que la capacidad para satisfacer las necesidades con las existencias de algas naturales.

En Chile, de las 430 000 toneladas de algas extraídas en 2014, 51% correspondió a huiro negro o chascón. Si se suman otras dos especies de algas pardas, la huiro palo y la huiro totalizan 71% de toda la biomasa que se extrae.“Esto es muy preocupante considerando que todas estas especies cumplen roles ecológicos tremendamente relevantes, forman bosques submarinos que albergan una alta y rica biodiversidad”, alerta Macaya.

Para hacer frente a ese problema, el Gobierno chileno impulsó una ley de Bonificación de Cultivo y Repoblamiento de Algas, que compensará a los pequeños algueros (pescadores artesanales y o microempresas) con el objetivo de aumentar el cultivo y la cosecha de algas y, de paso, reconvertir laboralmente a muchos trabajadores.

El uso de las algas es actualmente cotidiano aunque muchos no lo advierten: productos de uso diario como pasta de dientes, champús, cremas, jaleas, leche, remedios, incluyen entre sus compuestos algunos elementos derivados de algas, llamados ficocoloides, como carragenina, agar y alginatos. También están presentes en la alimentación, por ejemplo con el nori, alga japonesa utilizada para la preparación del sushi.