Los beneficiarios guradan la historia en sus cuatro paredes

Caminar por los barrios que nacieron y crecieron al amparo de las políticas sociales de vivienda es repasar todos los años de vida del Banco Ecuatoriano de la Vivienda (BEV).

Casas de similar diseño arquitectónico (de una o dos plantas) se erigieron durante las décadas de oro (en los setentas y ochentas) de la entidad. Muchas de ellas conformaron barrios que ahora, por las adecuaciones que cada propietario le dio en su momento, parecen cualquier otro. Sin embargo, fijándose bien, los perfiles son similares y hasta se encuentran aún los viejos letreros del BEV en las paredes.

Y el agradecimiento es común entre los vecinos de estos barrios. En Carcelén, en Quito, por ejemplo, varios propietarios, recuerdan que llegar a su primer hogar les dio una gran alegría.

Fátima Andrade es una de ellas. Sus dos padres ya fallecieron, pero ella aún recuerda cuando a sus 13 años corrió a su dormitorio nuevo para instalarse. "Mis padres pagaban mensualmente la cuota del crédito. No era mucho y el plazo era a 25 años. Eso nos ayudó a tener nuestra casa. Y por primera vez yo tenía el cuarto propio, sin compartir con mis padres. Cuando se es pre-adolescente eso es importante. Ya vamos casi a la cuarta generación que vivirá acá".

Franklin Acevedo también demuestra su gratitud con "Dios", por haberle permitido tener su casa propia. "En ese tiempo era la única forma de conseguir casa para quienes no teníamos muchos recursos. Eran casas sólidas, hasta ahora duran y no se han cuarteado siquiera. Era difícil salir favorecido pero mi fe en Diosito hizo que lo lográramos".

En Guayaquil, la respuesta de los beneficiarios es similar. Alfredo Vítores, morador de La Saiba indica que se mudó a su casa propia en 1975. La vivienda, ubicada en el sur y por la que pagó una entrada de 30 000 sucres (unos USD 1 200 al cambio de la época), fue financiada a 20 años con el BEV.

En el parque de La Saiba, que conlinda con la av. Domingo Comín, yace una placa de cemento con las inscripciones del BEV y la Junta Nacional de la Vivienda que data de hace cuatro décadas. Vítores, cuyo domicilio de dos plantas está en la cara sur de este parque, comenta que no era fácil acceder a una de estas casas. "La cuota era de 3 660 súcres mensual. Las casas fueron de excelente calidad".

Carlos Rivera, morador del sector de La Pradera (sur), cuenta que él no pudo acceder a una vivienda el BEV. En 1974, cuando se adjudicaron estas viviendas, Rivera era grumete de la Marina. "Los que éramos tropa no accedíamos a esas casas. Eran para sueldos de coroneles".