Foto: Wladimir Torres / LÍDERES Walter Spurrier en la biblioteca de su casa, en la vía a Samborondón.

Walter Spurrier en la biblioteca de su casa, en la vía a Samborondón. Foto: Wladimir Torres / LÍDERES

Una biblioteca al pestilo del Duque de Wellington

6 de octubre de 2016 09:44

Un detalle de humor inglés lo sorprendió en una visita a la biblioteca de Arthur Wellesley en Londres, héroe de las Guerras Napoleónicas más conocido por su título de Duque de Wellington.

Al pie de la escalera, en las altas estanterías de libros yacía una escultura de Napoleón desnudo, al cual el militar británico derrotó en la batalla de Waterloo.

Walter Spurrier se trajo de esa visita una foto de la escalera de la biblioteca, que hizo reproducir tal cual en Guayaquil, para alcanzar los 12 niveles de la gran estantería que cubre ahora una pared en una habitación de su residencia.

La anécdota sirve para ilustrar los intereses literarios del analista económico, en cuya biblioteca se destacan libros de historia, biografías y novelas históricas. También cuenta con literatura inglesa contemporánea y latinoamericana, que su esposa e hijas leen a mayor velocidad que él, reconoce.

Spurrier lee en español, francés e inglés. Y atesora los libros que adquirió en el verano de 1968 en Europa, cuando pretendía cursar una segunda maestría en París (Francia) y estalló el mayo francés, pocos días después de su llegada. Tenía 23 años.

Viajó ocho meses por Europa leyendo sobre todo literatura de impronta existencialista. Conserva las ediciones de bolsillo del 68, en francés, de una docena de novelas entre ellas ‘La náusea’, de Jean-Paul Sartre; y ‘La peste’ o El extranjero’, de Albert Camus. O autores como James Joyce o William Faulkner.

“Nunca me ha apasionado tanto la literatura como en ese momento, eran libros con los que uno se podía identificar… Estaba mochileando, con todo el tiempo para leer y para reflexionar hacia dónde iba y qué es lo que quería”, cuenta el director del informe económico Análisis Semanal.

En la adolescencia había leído los volúmenes verde manzana de la colección Juvenil Cadete con títulos de la literatura universal adaptada para los jóvenes. Luego editaron también historia.
Las aventuras que proponía Emilio Salgari o Julio Verne y los libros de texto de geografía en el Colegio Americano de Guayaquil le comenzaron a interesar por la historia de los países, por la política. Intereses vinculados también con Alfredo Baquerizo Moreno, su abuelo, dos veces presidente del Ecuador y, además, a la ausencia de su padre, el estadounidense Reeve Spurrier, quien murió en un bombardero en el frente alemán, durante la II Guerra Mundial.

Era natural que se decantara por estudios amplios vinculados con todo lo que le remitiera a cambios para una sociedad, reflexiona: economía, sociología, historia, antropología, con énfasis en ciencias políticas y macroeconomía.

Ahora centra sus fines de semanas en libros de historia y novela histórica. Líneas que lo llevan a libros como ‘Ottoman Endgame’ (El final del juego), de Sean McMeekin, sobre la caída del imperio otomano y la formación del Oriente Medio moderno, un escenario secundario de la II Guerra Mundial. Y del que salta a una novela sobre un personaje tangencial de aquel: ‘El hombre que amaba a los perros’, de Leonardo Padura, sobre el exilio y el asesinato de León Trotsky.