Lucía Aguilar confecciona los collares y aretes que exhibe en su joyería localizada en el centro de Ambato. Foto: Glenda Giacometti / LÍDERES

Lucía Aguilar confecciona los collares y aretes que exhibe en su joyería localizada en el centro de Ambato. Foto: Glenda Giacometti / LÍDERES

Una variada oferta de collares indígenas

28 de mayo de 2018 10:04

Las washkas (collares en español) que comercializa Lucía Aguilar en su joyería están embellecidas con piedras de coral y amatista que usan las mujeres de los pueblos andinos. También las elabora con bambalinas.

El emprendimiento de Aguilar, oriunda de Otavalo, lo abrió el año pasado con una inversión de USD 2 000. Con el dinero compró las estanterías y maniquíes donde muestra cada uno de los detalles de estas prendas de color naranja y rojo. Ella elabora estos accesorios en forma artesanal.

El local está ubicado en la avenida 12 de Noviembre y calle Juan León Mera, en el centro de Ambato. Ahí exhibe más de 100 diseños. También da empleo a dos personas que le ayudan en la confección de los collares. Aguilar cuenta que el mercado es bueno, puesto que los jóvenes que trabajan en las cooperativas de ahorro son los principales clientes.

“Estas prendas visten las mujeres de las comunidades y se complementan con atuendos compuestos por un anaco negro, una blusa negra con bordados, un reboso morado y un sombrero blanco de ala ancha”.

En cada una de sus obras que las confecciona a mano mantiene esa técnica ancestral. La mayoría de sus creaciones representa al Taita Inti (Padre Sol en español). Según la cosmovisión indígena, los minerales los usaban para absorber y mantener la energía en equilibrio. “En nuestro local todo lo que exhibimos es estilizado, es decir, con diseños juveniles pero sin perder la esencia el color y las formas”.

Antiguamente las washkas eran elaborados de coral rojo y el veneciano (piedra de colores que representa al arco iris), que fue traído del viejo continente. También con la concha Spondylus, pero tras la conquista se dio esa fusión de los conocimientos y de los materiales. Pero ahora e diseñan con bambalinas que son similares a las originales, caso contrario costarían mucho dinero. El costo de un collar oscila entre los USD 60 y 150.

María Sisa es una de los clientes frecuentes. La joven del pueblo Pilahuín compra las prendas que diseña Aguilar en su taller. Está alegre porque existen diversos modelos y se asemejan a los que visten nuestras mamas. “Es importante contar con un sitio donde comprar nuestra collares que nos identifican como mujeres indígenas”.

Sisa llegó a la joyería en buscando un par de aretes de coral y un anaco que usan las mujeres del pueblo Chibuleo. Cuenta que es una alternativa para evitar la discriminación que se da en algunos almacenes. “Ahora tenemos ganado un espacio importante”.

Según Aguilar, las prendas son hechas a mano y únicas, no ofrece nada en serie, por eso hace especial. “Eso permitió una gran demanda de nuestros productos”, dice la emprendedora.

Esa es una prenda importante porque se complementa con la ropa compuesta por anaco y bayeta de color negro, bolsa blanca con bordados hechos a mano donde sobresalen la naturaleza, los animales y las montañas.

Aguilar también comercializa vestimenta indígena con diseños estilizados y ciertos toques juveniles, manteniendo la esencia andina, son un atractivo de los ejecutivos que trabajan en las empresas, instituciones públicas y las cooperativas de ahorro y crédito. La idea es que los chicos vistan algo moderno, elegante, estén a la moda con los collares.

Algo importante que destacar que los taitas y las mamas también tienen su espacio. En el local se comercializan los trajes autóctonos de los pueblos de Tungurahua y también de Imbabura.