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Más que un ejecutivo a ‘secas’

Algunos teóricos del mundo empresarial se esfuerzan por reducir a unos cuantos adjetivos y fórmulas los atributos que deben acompañar a los ejecutivos, tomando como ejemplo a reconocidos hombres de negocios. “¿Quiere usted alcanzar el éxito? ¡Siga su ejemplo!”. Así de fácil.

Concretamente, llama la atención el deseo de catalogar los atributos que deben ‘adornar’ a todo ejecutivo, a todo empresario. Se trata, generalmente, de formulismos, de fáciles clichés. Ellos deben ser ‘asertivos’, ‘perseverantes’, ‘creativos e innovadores’, ‘visionarios’.

Sobre cada uno de esos aspectos se han escrito ene cantidad de libros. En algunos casos, el perfil del ‘ejecutivo ideal’ es absolutamente estereotipado. Los llamados ‘atributos’ son, en realidad, descripciones de tareas, de funciones, poco o nada de lo que, idealmente, debiera ser el sujeto que, circunstancialmente, desempeña el rol de ejecutivo, de empresario.

Dicho de otra forma, nada que defina al ser humano, que sugiera un proceso de mejoramiento personal que dé sentido pleno a su existencia. La lista de virtudes se parece en mucho a la descripción de las especificaciones de una máquina. No se mencionan aspectos que singularicen, que individualicen, que se refieran a la persona que puede llegar a ser.

Da la impresión de que se podrían ‘hacer’ buenos ejecutivos en serie con solo aplicar determinados consejos de ‘bestsellers’. Se omite, o ignora, que la formación del carácter, la disciplina intelectual, de consolidación ética, el sentido social, la responsabilidad, son procesos, construcciones.

El ejecutivo, como todo el mundo, tiene la misión de hacerse a sí mismo, de despertar aquello que radica en su interior en potencia. Antes que empresario es sujeto; más que ejecutivo es ser humano.

Debe distinguirse entre desarrollo de destrezas y competencias, y desarrollo personal. Para el primero, basta con la formación académica regular, con el ejercicio intelectual, mientras que el segundo implica emprender un camino de autorrealización. Y no es lo mismo, estar hecho para el mercado que estar listo para la vida.

Es elección del individuo si quiere ser un ejecutivo de ‘catálogo’ o una persona auténtica; si quiere ser ‘eficiente’ o si desea ejercitar todo su potencial. Entonces, el ejecutivo ideal sería aquel que mantiene un equilibrio entre lo profesional y lo humano. Sin embargo, la complacencia hacia el mercado laboral y el deseo de ajustarse a los requerimientos de las empresas pueden llevar a un falseamiento personal, a la creencia de que las competencias pueden reemplazar a las virtudes como tales.