El equipo de El Antojo Manabita prepara platos costeños. Édgar López (centro) es el propietario de la firma, que tiene dos locales: uno en Quito y otro en Los Chillos. Foto: Diego Pallero / LÍDERES

El equipo de El Antojo Manabita prepara platos costeños. Édgar López (centro) es el propietario de la firma, que tiene dos locales: uno en Quito y otro en Los Chillos. Foto: Diego Pallero / LÍDERES

En su menú brillan la sazón manabita y la ayuda social

7 de noviembre de 2016 11:54

Édgar López heredó de su madre, Rosa Lascano, la habilidad de preparar platos del mar con la sazón de Manabí. Por eso, desde hace 26 años, este chef -oriundo del cantón San Vicente- inició con su emprendimiento El Antojo Manabita.

El establecimiento ofrece diversas recetas “innovadoras” en mariscos como corvina, pargo invernal, ensalada de cangrejo, encebollados entre otros.

La historia de este local comienza cuando Édgar López, ahora de 52 años, ayudaba desde su niñez a su madre en Manabí a preparar la comida del restaurante que manejaban. A sus 13 años, vino con su familia a radicarse en Quito.

López detalla que a sus 20 años, luego de trabajar con su mamá, decidió independizarse. Entonces se puso su primer negocio: adquirió un pequeño carro para vender encebollados, guatitas, banderas y empanadas de verde en las calles Vancouver y Polonia, en el norte de Quito; sitio donde actualmente está el local de El ­Antojo Manabita.

Entre 1984 y 1988 estuvo con este pequeño emprendimiento, y gracias a la confianza de sus clientes se aventuró a invertir sus ahorros, que en ese entonces eran 2 millones de sucres, más un crédito financiero para abrir el primer local de El Antojo Manabita, ubicado en el mismo sector antes mencionado.

Luego, desde 1988 al 2006, El Antojo Manabita se mantuvo en un local arrendado, pero con una inversión cercana a los USD 250 000, López construyó su propio establecimiento.

El dueño del negocio detalla que con la consigna de ofrecer productos de calidad estudió Gastronomía en el Chef Center en Quito. También cursó especializaciones en Argentina y Perú; además se graduó de ingeniero en Alimentos y Bebidas en la Pontificia Universidad Católica en Chile.

El local principal de El Antojo Manabita cuenta con dos pisos y un aforo que supera las 90 personas. La decoración en madera le da el estilo playero. En proveedores, la mayoría son de Manabí y otros de Esmeraldas.

Roberto Haro, hace 25 años, es proveedor del restaurante. El comerciante afirma que desde Esmeraldas le vende dos toneladas mensuales de diferentes pescados y mariscos, como picudo langostino, filete de corvina, almejas, entre otros.

El menú de este local cuenta con 60 platos fuertes y en cocteles tradicionales ofrece una bebida elaborada con caña manabita, jugo de naranja, limón y hierbabuena. Para la compra de ingredientes, cada 15 días el establecimiento invierte USD 40 000.

Pero a El Antojo Manabita no solo se lo conoce por su diversidad en platos tradicionales de la provincia costera. La ayuda social también es un distintivo del emprendimiento.

López cuenta que hace cuatro años promovió una feria de mariscos. Esta actividad que se realiza dos veces al año y consiste en preparar una cena especial para personas indigentes del sector y de escasos recursos: “Yo también sufrí la falta de un techo, de comida, por eso me gusta ayudar a los más necesitados” dice.

En número de clientes, el establecimiento tiene un promedio de 500 por día en fin de semana. Lenin Figueroa, comunicador social de una institución pública, es cliente de El Antojo Manabita desde hace 15 años. Él indica que no solo la sazón y la calidad en el servicio es lo que más le atrajo, sino la ayuda social que realiza con las personas de escasos recursos.

El insignia:

‘El servicio al cliente es mi fortaleza’
Giovanny Vaca, Jefe de Meseros

Hace más de siete años trabajo en El Antojo Manabita. Antes de llegar a este local, yo ya tenía experiencia como mesero. Trabajaba en un bar en el que atendía mesas. Sin embargo, quería tener más experiencia en este campo. Cuando conocí a Édgar López, su ayuda en esos momentos fue vital para que mi vida cambiara radicalmente. Él me dio la mano no solo en lo personal sino en lo profesional. El cargo que me ofreció fue como mesero. Durante más de dos años atendía a los clientes en las mesas.

Pero mi esfuerzo ayudó a que me promuevan como jefe de meseros hace más de dos años.
Mis funciones en este cargo se encaminan en coordinar al personal; distribuirlos por áreas y supervisar que su atención sea de calidad. Además, estoy pendiente que las órdenes salgan a tiempo, con la finalidad de que los platos se sirvan pronto, sin que los clientes tengan que esperar más de 10 minutos. Atender a los clientes siempre me gustó y me ayuda a crecer en lo profesional.