Parte de un campo de gas de la localidad de Damascus, en el estado de Arkansas. EE.UU. es el país donde más intensivamente se desarrolla la industria de los combustibles de esquisto. Fotos: IPS

Parte de un campo de gas de la localidad de Damascus, en el estado de Arkansas. EE.UU. es el país donde más intensivamente se desarrolla la industria de los combustibles de esquisto. Fotos: IPS

El ‘fracking’ es origen de nuevas dudas

6 de enero de 2017 10:42

El indígena cherokee Earl Hatley es testigo de las consecuencias de la utilización de la fractura hidráulica, también conocida como “fracking”, en su tierra natal para la obtención de gas de esquisto.

“El fracking es dañino para las fuentes de agua, la vida silvestre y el valor de las propiedades. Además, ha ocasionado sismos donde no se producían. Desde 2007 empezó a temblar más y más cerca de los pozos”, cuenta este activista, guardián del agua y fundador de la organización no gubernamental Acción Local Ambiental Requerida.

Hatley tiene una propiedad en Payne, en el estado de Oklahoma, en el centro de EE.UU., que asegura que ya no puede visitar debido a las emisiones tóxicas de los pozos.

“La industria del gas y el petróleo ventea el gas fugitivo y no monitorea las fugas, pues no hay regulaciones en Oklahoma que la obliguen a hacerlo. Tuvimos la oportunidad de evaluar algunos pozos y encontramos que todos estaban mal”, relató.

En Oklahoma están activos casi 50 000 pozos de gas natural y de los cuales unos 4 000 se explotan mediante fractura hidráulica, al menos 200 en Payne.

Con panoramas similares en otros estados, la preocupación es el denominador común del movimiento estadounidense antifracking con la llegada a la presidencia, el 20 de enero, del magnate republicano Donald Trump y su propuesta de impulsar la industria de los combustibles fósiles, pese a su impacto en el calentamiento del planeta.

EE.UU. es el país que más intensamente explota el gas y el petróleo de esquisto o lutitas, también conocido por el vocablo inglés shale, lo que le ha permitido convertirse en el mayor productor mundial de hidrocarburos, al ocupar el primer lugar en la extracción de gas y el tercero de crudo.

Trump “manda señales de cuál va a ser la percepción de apoyo al sector y que empeorará los impactos ya conocidos del fracking, como la contaminación del agua y la emisión de metano”, analiza el argentino Daniel Taillant, presidente del Centro de Derechos Humanos y Ambiente.

En los depósitos de los hidrocarburos de esquito, su molécula está atrapada en rocas profundas, perforadas y quebradas por la inyección cuantiosa de una mezcla de agua, arena y aditivos químicos, que se consideran nocivos para la salud y el ambiente.

De esa forma, el gas o el petróleo se liberan. Pero la tecnología genera masivos volúmenes de desechos líquidos que deben tratarse para su reciclaje y de emisiones de metano, más contaminante que el dióxido de carbono, el mayor responsable del calentamiento planetario.
Diversidad de estudios confirman los daños al agua, al aire, al paisaje y el desencadenamiento de sismos.

Para la industria del fracking, los buenos tiempos retornarían de la mano de Trump, que en mayo lanzó un plan para los primeros 100 días de gobierno, en caso de ganar las elecciones de noviembre, en que establecía un decidido impulso para el sector, pese a las denunciadas secuelas ambientales, sociales y económicas.

El programa incluye la supresión de todas las barreras sobre las reservas energéticas, incluyendo el gas natural, petróleo y “carbón limpio”, valoradas por el documento en 50 billones (millones de millones) de dólares, en lo que denomina “revolución energética” destinada a producir una “vasta riqueza nueva”.

Asimismo, el presidente electo prometió eliminar los obstáculos regulatorios existentes contra los fósiles y facilitar el avance de “proyectos de infraestructura energética vitales”, como oleoductos y gasoductos.

Datos de la estatal Administración de Información de Energía indican que, de la producción diaria estadounidense de más de nueve millones de barriles equivalentes de gas y petróleo, 51 por ciento fueron extraídos en 2015 mediante la tecnología de la fractura hidráulica, pese al hundimiento de los precios internacionales ese año.

Se considera que el costo de la extracción por fracking de un barril (de 169 litros) tiene un piso actual de USD 65, pero el sector ha mantenido la extracción, que ahora es alentada, además de las promesas de Trump, por la paulatina alza de los precios tras la decisión de la Organización de Países Exportadores de Petróleo de reducir su producción colectiva desde enero.

La fractura hidráulica también ha desatado respuestas locales. Los estados de Vermont y Nueva York ya vetaron el uso de la tecnología, en California seis condados (división administrativa de los estados) siguieron esa vía, aplicada también en Florida por 32 condados y 48 ciudades.

Mientras, el estado de Maryland impuso en 2015 una moratoria de dos años y medio, pero el de Texas inhibió su prohibición, mientras que la Corte Suprema del de Colorado resolvió suspender en mayo último los vetos aplicados por dos ciudades.