Arturo Castillo, Especial para LÍDERES
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¿Listo para convertirse en el empleado del 2014?

Es probable que muchas personas no vean en el Año Nuevo más que el inicio convencional de un nuevo calendario, una forma arbitraria de organizar la marcha del tiempo. La gran mayoría, sin embargo, está segura del valor simbólico del 'nuevo tiempo', de la incidencia positiva de ese tiempo por-venir, potencialmente provechoso, renovador.

Para la mente, que suele aprisionarnos a los recuerdos, especialmente a los negativos, no es sencillo aceptar que se trata de un tiempo renovado, que conlleva nuevas oportunidades. La memoria prefiere aferrarse a esquemas ligados al fracaso, a temores de la más variada naturaleza.

Efectivamente, los hábitos mentales se yerguen como barreras que impiden mirar las cosas, los eventos, las personas, con un sentido de novedad, como experiencias inéditas. Prevalecen, en cambio, los estereotipos, las ideas preconcebidas, los 'ya lo sabía'.

Es preciso convencerse a sí mismo, entonces, de que el Año Nuevo es un verdadero punto de partida, un puerto que permite zarpar hacia un tiempo prometedor, a condición de que se leve el ancla que ata al derrotismo, al pasado ingrato, al pesimismo.

Así, la memoria constituye una rémora, a menos que la persona integre conscientemente al presente los errores y fracasos como experiencias enriquecedoras, como registros que evitan caer dos veces en el mismo hueco.

Afincarse en el presente, como un mirador que permite tener una visión panorámica, ayuda a establecer un punto de partida, a resumir lo vivido, a fin de proyectarse al futuro despojados de miedos, de expectativas que desgastan el ánimo y la mente.

Consecuentemente, proponerse cambios personales para el Año Nuevo tiene un valor personal estratégico. En el ámbito del trabajo, por ejemplo, abrirse a nuevos enfoques, a maneras innovadas de asumir las propias tareas, ayuda no solo a lograr niveles de efectividad, de mayor rendimiento, sino también a experimentar plenitud laboral.

Hay que empezar con la elaboración de una lista concreta de los aspectos que se quiere mejorar o desarrollar, a manera de una maqueta donde se ven proyectadas, materializadas, las metas personales.

La costumbre de llegar crónicamente atrasado, desalado, inventando todo tipo de pretextos, es algo que el sujeto tiene que erradicar. Quizás deba revisar el hábito de trasnocharse, tal vez deba aprender a 'desenchufar' la mente, a fin de obtener verdadero descanso.

Para ello es necesario aplicar una estrategia, que empieza con la habilidad para desconectar la mente de todo lo ocurrido a lo largo del día. El 'reseteo' mental permite contactar con el presente, descolgarse del pasado. Aprender a relajar el cuerpo, a silenciar la cabeza, ayuda a dormir sin sobresaltos.

Ejercicios, baño con agua al clima, un desayuno nutritivo, y la persona estará lista para la jornada. Llegará puntualmente, estará realmente despierta, será capaz de absorber las horas de trabajo sin cansancio, con mente alerta, distendida, con una actitud optimista.

La costumbre de aplazar las tareas, producto de un estilo personal que tiende a aplazarlo todo, se resuelve con un adecuado enfoque mental, con la habilidad para atender eficientemente una sola cosa a la vez, sin atropello, sin dispendio de energía. Implica no tratar de abarcar más de lo que realmente se puede asumir.

Pero es también importante evitar los dispersores de la atención, como los aparatos electrónicos. La disciplina para organizar el tiempo laboral podría plantear una revisión del estilo de comunicación con los compañeros. Evitar, con tino, al chismoso, al locuaz, a aquel que busca 'socios' para quemar el tiempo, al cuentacuentos, deja un montón de tiempo sobrante para el trabajo.

La desorganización y el caos, el traspapeleo, el retraso de tareas, son condiciones de la mente. Muchos individuos viven en el despiste, en la fantasía, en el sueño diurno, incapaces de reconocer qué es prioritario para su vida, sin alcanzar a jerarquizar sus necesidades.

Estos sujetos son víctimas del bullicio mental, de la falta de enfoque. Tienen que aprender a hacer silencio, a autoobservarse en las acciones cotidianas.

La práctica sistemática de la meditación, como lo hace la multinacional Google con sus trabajadores, ha demostrado ser una herramienta eficaz, no solo para aumentar la productividad sino también para desarrollar a plenitud el talento humano.

La saturación y la desidia son asuntos corrientes en el estilo laboral de nuestro tiempo.

Si las tareas son repetitivas, sin posibilidad alguna para la innovación y la creatividad, la persona debe discutir el tema con la empresa que, a lo mejor, está haciendo de sus colaboradores entes estrictamente operativos, bastante parecidos a las máquinas.

La autoridad puede volverse un vicio. Si el individuo se regodea en la cuestión del mando, si sus opiniones se imponen a las del equipo; si empieza a convencerse de que sus verdades son irrefutables, su liderazgo se ha desvirtuado. El mejor antídoto para el autoritarismo es la capacidad de escucha, una mente receptiva al cambio.

El crecimiento profesional continuo va más allá de la formalidad académica; exige una mente dispuesta a explorar, a encontrar nuevos mecanismos que faciliten su creatividad, que promuevan la innovación. El maestro zen Shunryu Suzuki dijo: "La mente del principiante está vacía, libre de los hábitos del experto, lista a aceptar, a dudar y abierta a todas las posibilidades".