Rolando, Franciné, María Augusta y Cristian Valladares manejan la compañía familiar. Bolívar Vásquez / LÍDERES
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Musiart, cómo sobrevivir en economía de guerra

Musiart nació en medio de un gran sacudón financiero, hace 11 años. Rolando Valladares, músico de siempre, había inyectado en sus dos hijos, Franciné y Cristian, el amor por la música. Ambos, ya con sus títulos bajo el brazo (ella, como relacionadora pública, y él, como ingeniero de sonido y acústica), decidieron emprender el reto junto a su padre.

Pero la ilusión y alegría de edificar un negocio próspero sufrió un fuerte traspié en su origen. Un préstamo de alrededor de USD 250 000 en una institución financiera en el exterior iba a servir para retirar todos los equipos de sonido y otro material importante para la acústica de eventos. Lamentablemente, el dueño de la financiera falleció y el crédito no se concretó. Empezaron dos años difíciles.

Los equipos ya estaban en la Aduana, pero no había dinero para realizar el trámite. Rolando juntó todos sus ahorros, más algunos préstamos bancaros y logró retirarlos. Pero la economía familiar había entrado en "estado de guerra", como él lo recuerda. "Comer poquito, andar contentos y estar preparados para la guerra", repetía Rolando a todos.

Franciné recuerda que durante todo ese tiempo tuvieron que dejar de comer ciertos alimentos, ajustar muchos gastos, trabajar muy duro y, sobre todo, llenarse el alma con la música. "Eso siempre nos mantuvo unidos como familia".

Esa misma sonrisa y amabilidad con la que miran la vida, les fue abriendo poco a poco el mercado. Y la familia fue aglutinando servicios: producciones artísticas, conciertos, espectáculos, eventos culturales, artes escénicas... Y en todo ello, asesoría y calidad en el sonido e instalación de sistemas de amplificación, iluminación LED, iluminación arquitectónica, escenarios y estructuras, escenografía, decoración, etc. "Ese es nuestro sello diferenciador", dice Franciné Por ello, esta compañía pasó de tener cinco colaboradores a dar empleo a más de 20, indirectamente, además del 'staff' de siete personas que trabajan día a día. Su nómina de clientes se engrosó rápidamente, entre instituciones públicas (presidencia, Alcaldía de Quito, Secretaría de Cultura) y empresas privadas, como Avon. Además de haber creado escenarios para artistas reconocidos como Tadashi Maeda o Gilberto Santa Rosa.

Y a todo esto sumaron un proyecto social de enseñanza de la música a niños de escasos recursos. Allí entró a participar la madre de familia, María Augusta.

Los tiempos turbulentos pasaron para la y la experiencia les dejó réditos, en vivencias, crecimiento personal y también en las finanzas. La facturación se multiplicó (ver cifras) y sus clientes están satisfechos. "El trato es familiar y profesional", cuenta Tatiana Figueroa, una cliente de la empresa.