Fin del proceso de reinscripción de partidos y todo luce igual. La brisa del cerro de Montecristi parece haberse llevado la promesa constituyente de crear un sistema de partidos serio. En medio de la fiebre refundacional, Rafael Correa llegó a decir que la Constitución pondría las bases para un sistema partidista, que represente a las grandes corrientes de pensamiento. Ese sería su mayor aporte para acabar con una década de inestabilidad. A la vuelta de cinco años no hay nada más alejado de la realidad.

Las cifras son de espeluzno. Un total de 152 organizaciones –entre nacionales y provinciales- presentaron firmas para participar en las elecciones de febrero. Es decir, casi el mismo número de movimientos que terciaron en las elecciones del 2004.

Por ahora, 43 ya han sido aprobadas. De ahí que si la tendencia se mantiene, con facilidad el número final de organizaciones superará la centena.

¿Alguien en su sano juicio puede creer que en Ecuador hay 100 tendencias políticas?

En una de sus sabatinas, Correa admitió el fracaso de su idea de formar un sistema de partidos serio. Lo que no dijo es que el fracaso de su propuesta traerá un alto costo en la composición del nuevo Congreso.

A mayor número de partidos mayor número de diputados independientes. En el país se sabe que al Ejecutivo le toca negociar con ellos, para formar mayorías; Correa ya padeció esa lógica los últimos cuatro años.

En las actuales circunstancias ni el método D’Hondt parece estar en capacidad de impedir la fragmentación. Por todo esto es que las cifras de los 152 movimientos son de espeluzno.