5,3 por ciento corresponde a la tasa de desempleo del segundo trimestre, según el INEC.

5,3 por ciento corresponde a la tasa de desempleo del segundo trimestre, según el INEC.

Arturo Castillo (O)
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Los recortes de personal generan tensión en los equipos de trabajo

18 de agosto de 2016 07:09

Las crisis económicas tienen mucho de parecido a las de salud. Son momentos cruciales, que exigen ponderación, valoración objetiva de la sintomatología, una estrategia para afrontar la situación, que no admitirá reconsideraciones a medio camino y un tránsito hacia la recuperación, que podría ser engañosa, sobre todo si el equipo médico pierde el enfoque y se relaja por el optimismo.

A los economistas les gustaría creer que tienen muchas más certezas que los médicos. Que los signos de recuperación del mercado, los índices de consumo, la balanza de pagos, el PIB, las tasas de interés, el riesgo país, son elementos técnicos que les permiten tener certezas respecto de la recuperación de una economía en crisis.

De otra parte, en economía ocurre algo que en el campo médico es inadmisible: el ocultamiento de la real condición del paciente. Concretamente, es bastante común que la situación económica de un país sea manipulada por intereses políticos. Cuando algún burócrata recurre al cliché de “nunca la economía ha gozado de tanta salud”, es tiempo de empezar a preocuparse.

En el caso ecuatoriano, los empresarios saben que hay crisis; saben que deben tomar medidas. Lamentablemente, la primera de ellas consiste en recortar personal.

El nerviosismo generalizado es uno de los aspectos más difíciles de controlar en estas circunstancias. Muchas personas imaginan los peores escenarios, se visualizan ya despedidas, sufriendo todas las calamidades que acarrea la desocupación en cualquier país.

Las empresas, por su parte, guardan un silencio que genera zozobra, que pone a circular rumores de pasillo, cuando lo apropiado es dialogar francamente con los empleados.

En realidad, no existe una forma inteligente y a la vez sensible para despedir a los trabajadores; tampoco funciona el pragmatismo puro. En la práctica, el achicamiento de la nómina puede volverse un asunto emocional.

Ciertamente, hay un primer momento en el que se consideran aspectos reales, que tienen que ver con la estabilidad y la sostenibilidad de la organización, para lo cual hay que retener al personal técnicamente necesario; los que permitan seguir con el negocio.

A ese primer tamizado le sigue el personal de apoyo, que empieza a ser menos importante y con los cuales el factor emocional puede tomar su propio curso.

Y, por último, está la gente prescindible. Son aquellos trabajadores que estaban en capilla desde hace rato. La crisis es el momento ideal para hacer una purga empresarial, para deshacerse de los malos elementos, con un mínimo de sentimiento de culpa.

Probablemente, algunos directores de RR.HH. se precian de ser técnicos e imparciales; bien por ellos. Sin embargo, en la medida en que no se están dando de baja máquinas inservibles, sino dejando en la desocupación a seres humanos, muchos de ellos cabezas de familia, lo predecible es que haya emociones de por medio.

Es cierto que muchos jefes de personal, más allá de lo que piensen o sientan, deben obedecer las exigencias de la empresa, que está concentrada en la tarea de salvar el barco, aunque para ello haya que echar por la borda a unos cuantos sujetos.

Si algún momento es propicio para aplicar aquello de “nadie es indispensable”, seguramente es este. En su fuero interno, muchos trabajadores saben que sus días están contados en la empresa.

El recorte por áreas o departamentos es un procedimiento técnico, que de cualquier forma no excluye ciertas consideraciones subjetivas. Por ejemplo, si la elección es entre un empleado competente, pero conflictivo, demasiado independiente, y alguien de talento discreto, pero dócil y cooperador; sin duda, este último será quien sobreviva.

Entre alguien que exaspera con su parsimonia y tendencia a dejarlo todo para después y aquel que prevé las situaciones, que trabaja a buen ritmo, la elección parece obvia. En definitiva, los antecedentes laborales, el proceder profesional y humano, serán puestos a prueba en tiempos complejos en cualquier economía.