Eduardo Vera nació en Santa Elena y dejó su empleo de reparación de computadoras para crear su empresa. Foto: Gabriel Proaño para LÍDERES.

Eduardo Vera nació en Santa Elena y dejó su empleo de reparación de computadoras para crear su empresa. Foto: Gabriel Proaño para LÍDERES.

Evelyn Tapia (I)
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Una quiebra no detuvo el empuje de este equipo

20 de septiembre de 2015 15:39

Hace diez años, Eduardo Vera y su esposa Saddy Tomalá renunciaron a sus empleos con el sueño de tener una empresa propia. La pareja, oriunda de Santa Elena, conocía de la creciente demanda en el mercado colombiano de materias primas derivadas del pescado, para la industria de balanceados.

Tomalá había trabajado en una empresa pesquera y Vera tuvo la idea de ofrecer el servicio de representación de fábricas de harina y aceite de pescado.

La idea fue brindarles asesoría para comercializar sus productos, encargándose de conseguir clientes nacionales o internacionales, así como manejar los trámites aduaneros y de la logística.

Desde su casa y con el dinero de sus liquidaciones que sumaba unos USD 2 000, la pareja creó en el 2005 la firma Riveto. El primer paso fue buscar clientes nacionales e internacionales. Con una cartera de interesados en las materias primas derivadas del pescado, estos emprendedores comenzaron a buscar empresas fabricantes que necesitaran de sus servicios.

“Eduardo se puso al frente, comenzó a tocar puertas, no nos conocían, pero así arrancamos”, recuerda Tomalá. Pero el entusiasmo de los emprendedores se apagó en el 2008, cuando producto de algunos malos negocios, cuenta Vera, la iniciativa quedó con una deuda de USD 100 000 que no podía pagar.

“Estábamos en bancarrota, no teníamos dinero para nada. Mi esposa tuvo que salir a vender yuca rayada en la calle a los vecinos, todo para tener dinero para la comida mientras yo trataba de levantar lo que quedaba”, recuerda Vera, ahora, en la oficina de Riveto, ubicada en el edificio City Office, en Guayaquil.

Fue un año duro, cuenta la pareja, pero ahora ambos están convencidos de que fue una prueba de fe. Los dos coinciden en que Dios les ayudó a levantar el negocio.

“Yo siempre digo que Dios es nuestro capital, porque en la situación que estábamos ningún banco nos quería prestar dinero”, dice Tomalá, que se encarga del área financiera de esta empresa.

En el 2009, luego de varios esfuerzos, Vera logró hacer nuevamente una venta de aproximadamente USD 3 000 a un cliente en Colombia: los engranajes se reactivaron y el negocio despegó. “Fue como una gota de agua en el desierto”, dice con una sonrisa.

Actualmente Riveto genera 12 plazas de trabajo y tiene 24 clientes, de los cuales cuatro son multinacionales. Además, representan a cinco fábricas proveedoras de harina y aceite de pescado, así como otros insumos para la industria de los alimentos balanceados.

Producto de la labor, las cinco fábricas a las que representan tuvieron el año pasado USD 5,5 millones en ventas con compradores que Riveto consiguió y gestionó. En lo que va del 2015 este emprendimiento gestionó ventas por USD 5,3 millones.

Sus servicios llegan a empresas en Asia en países como China, Japón, Taiwán, Corea del Sur. En la región tiene compradores en Ecuador, Chile, Colombia, República Dominicana, Costa Rica, México, Guatemala, El Salvador y Panamá.

Uno de sus clientes nacionales más importantes desde hace cinco años es Pronaca.  

José Grijalva, gerente de compras de la empresa, dice que la gestión de Riveto ha sido clave en varios aspectos de optimización. “Nos agilita nuestros procesos, nos ha ayudado a acceder a proveedores de nuevos producto con gestiones de control, confiamos mucho en su apoyo y en su logística”.

Hace cuatro años, por la creciente demanda de estas materias primas a Colombia, que representa el 30% de su mercado, la empresa abrió una oficina en Medellín y el año pasado, en alianza con la empresa Resoco, inauguró oficinas en Costa Rica y Guatemala, para atender a los clientes de manera personalizada.

“Nuestro lema es ‘relaciones que perduran’ y por eso necesitamos estar cerca de nuestros clientes. Las oficinas en el exterior las abrimos por eso, porque nos permiten conocer mejor sus necesidades y dar la asesoría más adecuada”, explica Vera.

Fortidex, fábrica de harina de pescado en Guayaquil, es una de las firmas que más tiempo lleva trabajando con Riveto. Lo hace desde el 2006.

Fátima Alvear, directora del departamento de Ventas de Fortidex, en Guayaquil, destaca la seriedad de la empresa y asegura que gracias a los servicios que ofrecen, la fábrica ha alcanzado nuevos clientes. Ella fue testigo de cómo resurgió la empresa.

“Es impresionante. Ellos empezaron desde abajo, se levantaron y hemos visto su gran crecimiento. Son muy emprendedores, tienen una visión muy clara del negocio”, destaca Alvear.