Ivanna Zauzich
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La ropa urbana ocupa más sitio en el armario

La moda urbana nace como una necesidad, por el crecimiento acelerado de las ciudades. Es decir, en Ecuador antes del 2000 era común trasladarse entre la oficina, la casa o la universidad para cambiarse de ropa y concurrir a algún evento social o una reunión laboral.

Esa dinámica ya no ocurre; sobre todo en las urbes grandes, por el aumento del tráfico y las distancias. Ante esa nueva realidad, a partir del 2005 la moda urbana ha tomado más presencia, porque esta permite a la persona asistir a clases, a la oficina o un coctel sin cambiarse, solo añadiendo accesorios a su vestimenta, señala la diseñadora Carolina Méndez.

Esta tendencia combina colores, texturas, bufandas, boinas, chaquetas, collares, entre otros accesorios. Algo interesante, dice, es que el perfil del consumidor que antes estaba entre 15 y 23 años se ha extendido hasta los 45 por una razón: el cuidado de la salud influye en que las personas se vean más jóvenes y dispuestas a usar un ‘look’ más relajado, como el urbano.

Uno de los actores en este mercado es David Ossandon quien, desde el 2007, tiene una boutique con su nombre en el norte de Cuenca. Es ropa urbana con una inclinación, que define sus diseños, hacia un estilo romántico. Ese enfoque se evidencia en el uso de pedrería, colores pastel (tonalidades claras) y encajes.

La oferta de Ossandon incluye zapatos, vestidos, faldas, chaquetas, collares y abrigos. También tiene prendas para hombres, como: jeans, camisetas, corbatines, chalecos y sombreros. Cada prenda promedia los USD 80.

Otra de las propuestas es la firma Clementina Tienda y Estudio de Moda, que abrió sus puertas en agosto del 2011. Sus socias: Daniela Cárdenas, Carolina Vázquez y Cristina Díaz identificaron una oportunidad de negocio. Esto, porque la ropa urbana apunta a mujeres entre 15 y 30 años, que son quienes más gastan, aseguran. Sin embargo, han visto que las mujeres de 40, también acceden a esta tendencia.

Las tres socias de esta tienda invirtieron, el año pasado, unos USD 4 500 para el montaje del local.

Ellas diseñan la ropa, con el objetivo de que sus clientas combinen las prendas, según la necesidad. Es así, como pueden asistir a la universidad con un pantalón holgado y luego añadir una camisa, para atender una reunión formal.

Otra de las propuestas es la iniciativa Estro, que por ahora se publicita a través de Facebook y atiende pedidos a domicilio, señala una de sus socias, Isabel Borrero.

El catálogo de Estro está compuesto por seis tipos de camisetas pintadas con serigrafía (un tipo de impresión), pero conforme crezca la empresa, dice que ofertarán pantalones, chaquetas y faldas. “La clienta puede vestir una camiseta con un pantalón en el día y en la noche ponerse una falda, añadir un collar y aretes para asistir a una reunión social”.

Daniela Coello tiene 30 años y le gusta la ropa urbana, porque cree que marca la diferencia. Las chaquetas, pantalones, faldas de corte clásico son similares. En cambio, en la ropa urbana por los colores y accesorios, el usuario pone su toque.

Los hombres también aceptan esta tendencia. Pablo Cardona, de 32 años, compra esta ropa en diferentes almacenes en Cuenca. No tiene que decirlo, ya que su ‘look’ respalda su versión. Viste unos zapatos deportivos, pantalón de tela, camiseta, chaleco de lana tejido y una suerte de corbata floja. Reconoce que la oferta para hombres no es tan variada como para la mujer, pero “sí se consiguen prendas”.

Carolina Méndez explica que esta tendencia es válida porque, según su experiencia, la ropa urbana se importaba. No obstante, desde el 2007 ha identificado que los diseñadores jóvenes -entre 23 y 30 años-, apuestan a este segmento.

La aseveración de Méndez tiene sentido, ya que los creadores entrevistados por LÍDERES no superan los 30 años. Además, estos profesionales lanzan colecciones cada tres meses, debido a que el consumidor demanda rotación del producto. “Es una moda que impulsa a la renovación permanente del clóset”, acota Méndez.

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