Strauss-Kahn. Foto: AFP.

Strauss-Kahn. Foto: AFP.

Mauricio Duran
Lille, GDA y Agencia AFP
Descrición
¿Te sirvió esta noticia?:
Si 0
No 0

Strauss-Kahn: ‘Tengo una sexualidad más ruda que el promedio de los hombres’

11 de febrero de 2015 12:36

"Tengo una sexualidad más ruda que el promedio de los hombres. Y tuve ese tipo de relaciones sexuales con numerosas mujeres. Algunas pueden hallarlas rudas, otras pueden apreciarlas, pero esto no tiene nada que ver con la prostitución".

El exdirector general del Fondo Monetario Internacional (FMI), Dominique Strauss-Kahn, redobló la apuesta en su segundo día de comparecencia en el tribunal de Lille, donde se lo acusa por proxenetismo y prostitución que lo tiene como centro, en el marco de la causa promovida por dos mujeres que lo acusan de haberlas forzado a mantener "relaciones brutales".

"Empiezo a estar un poco harto", afirmó DSK, dirigiendo una mirada glacial a David Lepidi, abogado de los demandantes en este proceso por proxenetismo agravado.

Según el veterano político francés, la acusación pretende tergiversar sus gustos sexuales. "Sólo tienen sentido si implican que necesitan prostitutas, esto es absurdo", dijo Strauss-Kahn, salvo que "se quiera hacerme comparecer ante los jueces por prácticas perversas, lo que ya no existe", añadió, en una alusión a la sodomía.

En esta audiencia, a medio camino del proceso iniciado el 2 de febrero y que durará tres semanas, se señaló la "brutalidad" de DSK en sus relaciones sexuales, según la descripción hecha por varias participantes en las fiestas libertinas organizadas por su círculo de amigos. Tal actitud sólo puede explicarse si él sabia que las mujeres eran prostitutas, según la estrategia de la acusación.

Strauss-Kahn, que comparece junto a otros trece acusados, es pasible de diez años de prisión y un millón y medio de euros de multa.

"Ningún cliente me habría hecho eso jamás"

Jade, ex prostituta que se declaró demandante en el proceso, se echó a llorar cuando se le pidió que explicara lo que pasó en la habitación de hotel de DSK en Bruselas después de una fiesta en un club de intercambio de parejas en el otoño de 2009.

"Cada vez que veo su foto, revivo ese empalamiento que me desgarra por dentro, porque ningún cliente me había hecho eso jamás", afirmó.

El presidente del tribunal, Bernard Lemaire, reaccionó a la palabra "cliente". "Si yo fuera libertina, él me habría preguntado", respondió Jade. "Para infligirme lo que él me infligió, tenía que tener poco respeto por mí", agregó.

"No me di cuenta" del sufrimiento de Jade durante la relación "y lo siento mucho", replicó DSK.

Strauss-Kahn volvió a negar varias veces que supiera que ella o las otras mujeres eran prostitutas.

"[Eso] Puede no gustarle a Jade, ella puede llamarlo carnicería, pero esto no quiere decir que sean prostitutas", repitió, denunciando la "falsa lógica" de la acusación, que supone que "dadas las prácticas sexuales del señor, hacen falta prostitutas".

Las explicaciones de DSK fueron directas, sin contradecirse y sin variar ni un ápice su versión pese a las preguntas repetidas de los jueces, del fiscal y de los abogados de los demandantes.

En el legajo, hay una foto de DSK -como le dicen a Strauss-Kahn- y Jade tomada en el FMI, en el despacho del entonces director de la institución. En ella Jade sonríe.

Strauss-Kahn afirmó que si hubiera sabido que ella era una prostituta no habría permitido nunca esa foto, que fue ampliamente difundida después cuando estalló el escándalo del Carlon.

En la época en que fue tomada, DSK ambicionaba llegar a ser presidente de Francia y los sondeos lo consideraban gran favorito para la elección presidencial de 2012.

El juez le preguntó a Jade por qué aceptó ese viaje a Washington con DSK, que tuvo lugar en enero de 2010. "Por 2000 euros, no iba a decir no. Hice turismo, quería visitar Washington", reconoció ella, indicando que los allegados de DSK le pidieron que fuera "discreta" y se hiciera pasar por una secretaria.

Esta nueva exposición pública de la vida privada de Dominique Strauss-Kahn en el proceso del Carlton se produce tres años y medio después del escándalo del Sofitel de Nueva York, que lo obligó a renunciar a su cargo en el FMI y puso fin a su carrera política.