Carla Macchiavello

Carla Macchiavello y Verónica Salem buscan el estilo tanto en sus expositores como en sus vidas. Foto: Eduardo Terán / LÍDERES

Redacción Quito (I)
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Una vitrina itinerante que nació en Cumbayá

31 de May de 2015 16:40

Emprendedoras, madres y esposas. Así se definen Verónica Salem de Massuh y Carla Macchiavello de Fernández, creadoras del Zoco de Cumbayá. Ambas nacieron en Guayaquil y llegaron a Quito hace 12 años; la amistad que forjaron se transformó en la base de su negocio. 

“Nos encantan los bazares y como amigas hemos frecuentado bastantes, pero nunca sabíamos qué íbamos a encontrar”, comenta Salem. Hace cuatro años crearon un nuevo concepto de negocio. “El Zoco es un bazar itinerante con productos de alta calidad e innovadores”, dice Macchiavello.

Desde que arrancaron tuvieron claro cuál sería su objetivo: “No queríamos ni lo muy elemental o improvisado ni lo muy sofisticado, importado o hecho en una línea de producción. Queríamos buscar ese punto medio con productos que reúnen calidad, tendencia, moda y precio”, explica esta emprendedora.

Al principio, tenían que buscar a los expositores por medio de las amistades y del ‘boca en boca’, como explica Salem. Pero al tener tan buena acogida en sus primeras ediciones, poco a poco empezaron a recibir más propuestas.

Ahora lo único que se encargan es de avisar con dos a tres meses de anticipación a los expositores interesados y seleccionados. ­

Para mantener ciertos estándares de calidad, ellas deciden qué tipos de negocios participan en cada edición del Zoco.

Los productos que se ofertan en el bazar varían entre antigüedades hasta alimentos, dependiendo de la época. El Zoco se realiza en abril y en noviembre, antes del Día de la Madre y de Navidad.

“Nuestro ‘target’ es una segmento medio-alto y alto. Independientemente de eso tenemos una convocatoria masiva, porque siempre queremos crecer y queremos que nuestros expositores crezcan”, cuenta Salem.

Una de las claves para su éxito es ver a sus expositores como personas y no como clientes. El resultado es la lealtad: 70% son participantes recurrentes.

“Nunca pasamos de los 60 expositores. Si quisiéramos meteríamos 150, pero lo que buscamos es que ese emprendedor se luzca y que no tenga tanta competencia”, explica Macchiavello.

Las dos ayudan a sus expositores en lo que necesiten. Para eso cuentan con un equipo para solucionar cualquier problema técnico y ayudar en la logística si sus expositores lo necesitan.
El 85% de estos expositores llega de Quito y el 15% restante viene de otras ciudades, así que muchas veces ellas deben coordinar desde alojamiento hasta bodegaje.

La feria se lleva acabo en el parqueadero de la iglesia de Cumbayá, donde entran tres tipos de estands. El más pequeño, que es una mesa de 2 metros cuadrados y el más grande de 7 metros cuadrados. “Cobramos USD 16 por metro cuadrado”.

Para no subir los costos a los expositores, empezaron a buscar auspiciantes. La Alianza para el Emprendimiento y la Innovación (AEI), uno de sus auspiciantes, ha otorgado premios para los negocios más destacados.

“Ellos nos propusieron pagarle el estand al ganador pero preferimos que les incluyan, como premio, en rondas de negocios con distribuidores para que así puedan comercializar mejor su producto”, cuenta Salem.

Ahora estas empresarias analizan extenderse por Quito.