Óscar Fonseca (i),  Jaime Aguas,  Carolina y  Óscar Fonseca,  miembros de la firma que conquista el mercado. Fotos: Francisco Espinoza/para LÍDERES

Óscar Fonseca (i), Jaime Aguas, Carolina y Óscar Fonseca, miembros de la firma que conquista el mercado. Fotos: Francisco Espinoza/para LÍDERES

El ahorro de tiempo y de dinero es la táctica de Fonsecarq & Tech

23 de agosto de 2017 15:05


Mientras las edificaciones tradicionales se construyen ladrillo a ladrillo, la empresa Fonsecarq & Tech propone armarlas de pared a pared.

Se trata de un tipo de vivienda industrializada, cuya planta está ubicada en Ibarra, en Imbabura.

“No es la típica casa prefabricada. Nosotros ofrecemos soluciones habitacionales, con paredes y techo de hormigón armado y terminados de primera”. Así explica Óscar Fonseca, patriarca de este emprendimiento familiar, que lleva tres años en el mercado, con esta nueva tecnología.
Los primeros 12 meses se dedicaron a investigar para encontrar un sistema que garantice reducir costos y tiempo en el momento de armar un inmueble.

En el sector de Priorato, en el norte de la urbe, se fabrican los módulos. Para ello, se usa concreto reforzado con mallas de hierro, en moldes que dan forma a las futuras paredes, de 10 cm de grosor. Cada plancha mide 2,35 metros de alto por 3 o 4 m de ancho.

El tamaño de los muros, que luego se ensamblan como un rompecabezas, también marca la diferencia de otros prefabricados, que utilizan módulos de 1 por 1 metro y materiales como metal y madera.

La solución habitacional con mayor demanda que ofrece Fonsecarq & Tech es una de 22 piezas, que se arman en una superficie de 60 m². Con la ayuda de una grúa, se colocan las paredes sobre una plataforma de concreto, que tiene previamente instaladas las redes hidráulicas y eléctricas.

Otra diferencia con las técnicas tradicionales de construcción es que no se necesita de muchos obreros para edificar cada casa.

La empresa trabaja con un especialista en soldar piezas de metal y un ayudante. Ellos dirigen al operador de la grúa, para que coloque las planchas en el lugar exacto.

Luego se fijan en anclajes de hierro, que se atraviesan con barras de metal. Finalmente, las paredes quedan soldadas y empernadas.

Lucila Carabalí es una de los últimos clientes de este emprendimiento imbabureño.
Quedó sorprendida porque solo en dos días los técnicos ensamblaron su casa, de 60 m². El inmueble está compuesto por sala-comedor, cocina, baño completo, dormitorio máster con baño, un segundo dormitorio y un estudio.

Confiesa que se inclinó por este sistema, porque es asequible a su presupuesto. Ella adquirió su vivienda en USD 21 600.

“Es una casa básica e ideal para una familia de cinco miembros”, señala la arquitecta Carolina Fonseca, representante técnica de la constructora imbabureña.

Pero aclara que hay otras tipologías, de acuerdo con las necesidades y presupuestos de las personas. Todas distan mucho de los USD 70 000 u 80 000 que cuestan en promedio las casas familiares en el mercado local.

La especialista, que es heredera de las técnicas de los prefabricados que iniciaron su abuelo y su padre, comenta que la empresa ha desarrollado también una vivienda básica, de interés social. Se trata de casas de 42 m², con todos los acabados, cuyos costos bordean los USD 17 000.

La firma Fonsecarq & Tech está en capacidad de producir dos casas al día. Para ello cuenta con un equipo de ocho personas.

Sin embargo, pueden multiplicar la producción instalando plantas en otras urbes, de acuerdo con la demanda, asegura el ingeniero Jaime Aguas, miembro del equipo técnico de la firma.
Uno de los objetivos de esta empresa es demostrar que las casas prefabricadas bien hechas suben la autoestima de las familias.