César Puente y su esposa Alicia Santillán exhiben los productos elaborados con el cuero curtido. La oferta de El Alce incluye en la actualidad bolsos, botas y prendas de vestir. Fotos: Glenda Giacometti / LÍDERES

César Puente y su esposa Alicia Santillán exhiben los productos elaborados con el cuero curtido. La oferta de El Alce incluye en la actualidad bolsos, botas y prendas de vestir. Fotos: Glenda Giacometti / LÍDERES

La curtiembre de cuero aún sigue vigente en Guano

5 de junio de 2017 17:37

Hace casi dos décadas, la curtiembre artesanal de pieles se hacía con semillas de guarango y bombos de madera en los hogares de al menos 50 familias de Guano, un cantón situado al norte de Chimborazo. Hoy, ese oficio está casi extinto y solo sobrevive una empresa.

La curtiembre de cuero y los accesorios elaborados con pieles llegaron a ser un ícono del cantón. Incluso se colocaron monumentos y letreros que distinguían a Guano y sus habitantes como un cantón movido por la industria de la piel y de la alfombra.

En la mejor época para la industria, entre 1980 y 1999, operaban cuatro empresas grandes y unos 26 locales artesanales donde se comercializaba zapatos, correas, carteras y ropa.
Pero la bonanza económica empezó a decaer en el 2000, tras la adopción de la dolarización.

“Fueron tiempos difíciles. Las grandes curtiembres empezaron a decaer y las familias que curtían artesanalmente en sus viviendas perdieron el mercado”, recuerda César Puente, gerente y propietario de El Alce, la única fábrica que todavía sobrevive en Guano.
Según este empresario, su negocio logró superar la mala época aplicando varios planes administrativos que incluyeron el impulso de las ventas y la apertura de nuevas sucursales en Quito, que compensaran la falta de movimiento en las tiendas que se instalaron en Chimborazo.

Actualmente, 12 familias están vinculadas a El Alce. Ellos procesan al menos unas 300 pieles al mes y reportan ingresos anuales por alrededor de USD 150 000, en promedio. Además, tienen tres locales de ventas, uno en Guano y dos en Quito.

“Hemos hecho lo posible por rescatar la tradición y a la vez mantener a flote nuestra empresa. Incluso ahora, pasamos por tiempos difíciles por la recesión económica que tuvo el país aunque tenemos mejores perspectivas para este año”, afirma Puente.

Esta empresa se fundó en 1989. Ese año Puente, quien acababa de obtener su título de ingeniero químico en la Escuela Superior Politécnica de Chimborazo invirtió, en el equivalente en sucres, unos USD 2 500, en la compra de 600 pieles de borrego.

Para 1994, Puente ya pudo adquirir un terreno de al menos 200 000 metros cuadrados donde actualmente está instalada la fábrica. Allí se utiliza un proceso de curtiembre único en la región: consiste en reciclar el 30% de un químico denominado Cromo III, además de un tratamiento aeróbico (a base de bacterias), para garantizar la durabilidad del cuero y para reducir el impacto ambiental.

Este proceso, que revoluciona la curtiembre de cueros, incluso fue publicado en dos revistas científicas. Pero ahora la fábrica apunta a desarrollar un proceso de curtiembre totalmente ecológico hecho con semillas de guarango y otros taninos o sustancias orgánicas.

Esa nueva línea se lanzaría al mercado a finales de este año. “Modernizarnos es parte de nuestra estrategia de subsistencia. Los diseños que elaboramos están inspirados en las últimas colecciones que se presentan en Europa y también notamos que hay una nueva tendencia en el mercado por lo orgánico, por lo que buscamos rescatar los antiguos procesos de curtido”, afirma Puente.

Otra estrategia que aplicó la empresa ubicada en Guano para mantenerse a flote fue independizar a sus artesanos. Antes, ellos recibían un sueldo por sus labores en la fábrica, pero hoy trabajan en sus casas.

Cada familia se especializó en líneas distintas y reciben una paga por las obras que entregan cada semana. Gustavo Masabanda y su familia, por ejemplo, se especializaron en la fabricación de chompas de cuero.

Ellos recibieron maquinaria y las materias primas para elaborar las prendas de vestir. Cada semana entregan 25 chompas inspiradas en diseños europeos y americanos.

“Antes aquí abundaban las tiendas de zapatos y carteras de cuero, por eso las familias tenían un mercado para entregar sus pieles. Hoy quedamos pocos, estamos orgullosos de ser quienes conservan esta tradición artesanal”, comenta Masabanda.