El perfil ideal del administrador suena  utópico. Equilibrado, enérgico, sereno, objetivo e intuitivo.

El perfil ideal del administrador suena utópico. Equilibrado, enérgico, sereno, objetivo e intuitivo.

El desafío de la administración

2 de febrero de 2017 13:23

¿Cuántos son los libros de ‘lectura obligatoria’ para los hombres de empresa? En el universo de la literatura del ‘management’, los libros ‘esenciales’ pueden variar en número, según la conveniencia del mercado editorial.

La obligatoriedad puede ‘recomendar’ 10, 15 o 20 obras, como garantía de que el lector logrará entender y dominar un determinado asunto.

Sin embargo, en virtud de que el ‘management’ ha alcanzado un alto grado de dispersión teórica, resulta difícil identificar lo esencial. Toda publicación, científica o no, parece digna de consumo.

Concretamente, la revisión de algunos autores en boga, de los títulos de sus obras, del despliegue publicitario que las promociona, permiten, en alguna medida, reconocer el carácter de los contenidos. En general, hay dos corrientes: una, sustentada en principios científicos y otra que apela a lo ‘inspiracional’.

En realidad, esta dualidad, objetividad-subjetividad, es de vieja data. Quizás las figuras más representativas sean Henri Fayol (1841–1925), ingeniero en minas francés, pionero en la aplicación de principios de administración científicos, que han servido como fundamento del ‘management’ contemporáneo.

En la concepción opuesta está Mary Parker Follett (1868-1933), trabajadora social estadounidense, quien definió al ‘management’ como “el arte de lograr que las cosas se hagan a través de la gente”. Follett, conocida como la ‘madre del ‘management’ moderno, concebía el conjunto de conocimientos sobre administración como una filosofía.

Efectivamente, se puede afirmar que administrar es un arte, que es psicología viva; que exige utilizar con ingenio y efectividad los recursos humanos, el poder innovador, la creatividad.

También se puede decir que es sociología, filosofía, humanismo, que entran en juego la economía y la medicina industrial. Y dependiendo de la naturaleza de la organización, serán necesarios el marketing y las tecnologías.

En suma, administrar implica conocer cada una de esas herramientas, ponerlas en práctica. Una empresa manejada ‘científicamente’, aplica técnicas de planeación, métodos de gestión, estrategias de control, establece metas y evalúa resultados.

Pero también se requiere del concurso de aspectos ‘subjetivos’, como el liderazgo, contemplar la misión y la visión de la compañía; es decir, concebir un campo filosófico.

Es en virtud de todas esas exigencias que el administrador no debiera ser estrictamente pragmático, un experto en finanzas, en planificación, en mercadeo. Debiera interesarse, también, en su autodesarrollo; ser un individuo equilibrado, dueño de sus emociones. Enérgico, pero sereno. Tener carácter, pero evitar la rigidez.

El administrador de hoy también tiene que confiar en sí mismo, en sus conocimientos y liderazgo, pero nunca dejar de escuchar a los demás, a todos los miembros de su equipo de trabajo.

Es en este contexto que la literatura del ‘management’ y la del ‘autodesarrollo’ convergen. Se trata de un híbrido, que requiere de un uso estratégico.

Persuadirse de que solo el aspecto formal, teórico, lleva a una empresa al éxito, es trazarse un camino de resultados inciertos. Igualmente, entregarse al subjetivismo, confiar demasiado en las corazonadas, puede ser un desastre.

Los libros esenciales deben llevar a acciones esenciales. Pero conviene ir más allá de los ‘esenciales’. Desafortunadamente, la tendencia a la comodidad intelectual, el hábito de ‘más de lo mismo’, impiden la expansión del conocimiento, la renovación del pensamiento. Más que buscar certezas en los libros, se necesita estimular la capacidad para preguntarse.

Uno de los obstáculos para dar libre curso al pensamiento creativo, que tenga incidencia para el propio desarrollo, es el gusto por lo que está de moda; puntualmente, el colectivismo intelectual. Las llamadas ‘mainstreams’, las tendencias de las redes sociales, que arrastran a millones de personas, en este caso, tienen el poder para imponer el gusto literario del momento.

La literatura ‘enlatada’, por naturaleza rápidamente obsoleta, generalmente aporta muy poco para el auténtico desarrollo de una mente innovadora.