Torno es una plataforma colaborativa que funciona en Quito. Diseñadores, arquitectos, productores de video y otros profesionales comparten ideas, un espacio físico, gastos, etc. Foto: Vicente Costales / LÍDERES

Torno es una plataforma colaborativa que funciona en Quito. Diseñadores, arquitectos, productores de video y otros profesionales comparten ideas, un espacio físico, gastos, etc. Foto: Vicente Costales / LÍDERES

La economía colaborativa trae un nuevo aire para los negocios

30 de mayo de 2016 06:40

Compartir, intercambiar, hacer un trueque de bienes y servicios, casi siempre apoyados en la tecnología actual. Esos son los principios de la economía colaborativa, una tendencia que llega poco a poco al Ecuador.

Este nuevo modelo de negocio tiene ejemplos globales como el servicio de transporte Uber o la plataforma Airbnb, que facilita alojamiento en casas particulares. El primer caso lleva seis años conectando a millones de usuarios con miles de conductores independientes a través de una aplicación móvil; su base de operaciones está en San Francisco, EE.UU. y en la actualidad opera en cerca de 70 países.

Ecuador ya está en su radar. La semana pasada un grupo de ejecutivos de Uber pasó por Quito como parte de una gira por la región.

En el caso de Airbnb, el negocio está en el alquiler de viviendas o departamentos, también a través de una plataforma tecnológica. Hasta el año pasado sumaba una comunidad de 35 millones de viajeros y estaba valorada en unos USD 25 500 millones.

En el país, hasta la semana pasada, se contaban alrededor de 300 ‘anfitriones’ de Airbnb que ofertan alquileres en línea en Quito, Guayaquil, Cuenca, Galápagos....

Con menos de 10 años en el mercado, tanto Uber como Airbnb ya tienen un alcance global e inquietan a modelos tradicionales de transporte y alojamiento.

Para Ricardo Pérez Garrido, profesor de innovación digital y sistemas de la información del IE Business School, en España, las empresas que se manejan bajo el concepto de economía colaborativa no priorizan los ingresos, ni la cuota de mercado, sino el crear nuevas formas de hacer negocio que tengan impacto social en la comunidad. “Con el uso de la tecnología son capaces de generar un beneficio social introduciendo en el circuito económico bienes,

servicios y conocimientos que antes eran solo economía informal y muy local. Ahora tienen más alcance y más capacidad de generar ingresos para los que más lo necesitan”.

Otro de los puntos a favor, según Pérez Garrido, es que los clientes de hoy buscan soluciones más baratas, accesibles y cercanas, por lo que están dispuestos a explorar iniciativas alternativas a las tradicionales. “Desde el lado de las iniciativas hay una buena oportunidad porque aprenden a hacer negocio digital, algo que puede ser clave en el futuro en muchos ámbitos”.

Pablo Maljuf, coordinador de información digital del Centro de Estudios Espinosa Yglesias, en México, señala en un artículo publicado en la revista Forbes, que la economía colaborativa se diferencia por “la enorme eficiencia y precisión con la que la tecnología lee e interpreta los ciclos de oferta-demanda (...) y lo más importante es que uno podrá proveer bienes y servicios sin depender de un empleador”.

En Ecuador un ejemplo de economía colaborativa es Torno, un colectivo de profesionales vinculados con la arquitectura, el diseño, la producción audiovisual, el marketing digital y otras áreas. Carolina Rodas, una de las fundadoras de Torno, asegura que el fin de esta tendencia es crear una sinergia que permita que todos los involucrados ganen.

Rodas considera que los modelos de negocios deben mutar y que el mundo esta cambiando lo abierto a lo colaborativo. “Ya no se pueden sostener los modelos muy capitalistas, ahora los negocios evolucionan hacia el modelo de compartir. Todo esto es un cambio de mentalidad”.

La regulación es un tema pendiente para este modelo

A principios de este año, Adriana Garrido recorrió América Latina, durante cinco meses, y gastó tan solo USD 200 en hospedaje. En la mayor parte de su periplo se alojó en casas de personas asociadas a Coachsourfing, una plataforma basada en el modelo de economía colaborativa que permite a sus usuarios intercambiar el servicio de hospedaje en diversos puntos del mundo.

Garrido, comunicadora social ibarreña, buscó con dos meses de anticipación las casas a donde llegaría en Colombia, Perú, Argentina, Uruguay y Chile.

“Este sistema se basa en confianza, si hay algo de temor, en principio, pero fue una buena experiencia (...) uno escoge los lugares a dónde llegará de acuerdo a las calificaciones y comentarios de otros usuarios”, señala .

En Ecuador, uno de los principales sectores que buscan incursionar en modelos de economía colaborativa es el turístico con servicios de alojamiento. Como ejemplos están Coachsourfing, TripAdvirsor o Airbnb.

María de Lourdes Linzán, anfitriona de Airbnb en Quito, comenta que lleva cuatro años en la plataforma. “Me ha ido bien, es una oportunidad de conocer otras personas, de ofrecer un servicio y generar un nuevo modelo de negocio. Económicamente es una ayuda”, dice Linzán.
Esta quiteña comenta que comparte su departamento amoblado con todos los servicios. Recibe a viajeros de EE.UU. principalmente. Por el servicio cobra entre USD 11 y 14 por noche.

Otras plataformas colaborativas como Uber, el sistema que ofrece servicio de transporte, todavía no han incursionado en el mercado local. Bernardo Montúfar, gerente de Operaciones y Logística para América Latina y el Caribe de Uber, comenta que en Ecuador ya se está empleado este modelo de negocios. Por ejemplo, en Quito y Guayaquil se han creado espacios de ‘coworking’, u oficinas compartidas.

“Ese es un primer paso, en Ecuador está naciendo la economía colaborativa”, dice Montúfar. El ejecutivo de Uber sostiene que en el país también se han buscado crear aplicaciones parecidas a la de la empresa que representa, que aporten a mejorar la movilidad en ciudades como Quito y Guayaquil.

Carolina Rodas es la fundadora de la plataforma colaborativa Torno, con base en el norte de Quito. En esta iniciativa trabajan unas 20 personas que ofrecen servicios de edición de video, diseño audiovisual, marketing digital, diseño gráfico, muralismo, arquitectura y comunicación.

Rodas explica que este modelo colaborativo es una economía basada no solo en el capital, sino también en el trueque. “Se canjean servicios por servicios y ya no se necesita la presencia de una parte monetaria, se aporta con conocimiento y experiencias profesionales”.
Sin embargo, este modelo de negocios todavía tiene retos y debe enfrentar críticas. Por ejemplo, Uber ha sido blanco de protestas a escala mundial: los casos registrados fueron en Argentina y Chile.

En Ecuador, la plataforma de Airbnb también es criticada desde el sector hotelero, cuyos representantes exigen que se regule su actividad.

Sebastián Díaz, gerente de Marketing de Start-Up Chile, uno de los programas que más invierte en iniciativas de economía colaborativa a escala regional, sostiene que uno de los principales retos que afronta el modelo es el marco legal, que tiene vacíos ante estas nuevas propuestas. “Todos los modelos disruptivos, en la historia de la humanidad, han generado rechazo, debemos adaptarnos a estos cambios y comenzar a generar los marcos regulatorios a estos cambios”, dice Díaz.

Otro de los inconvenientes que debe sortear este tipo de iniciativas es el modelo de negocios. Carolina Rossi es la fundadora de Yeba.me, una aplicación chilena de ‘carpooling’ (auto compartido) que salió del mercado la semana pasada porque no era rentable.
Hace dos años, para desarrollar la aplicación, Rossi trasladó su base de operaciones a Irlanda, donde también tienen sede firmas como Facebook y Google. Sin embargo, “no lograron hacer un modelo de negocios sostenible”, dice Rossi.

Las lecciones que dejó Lleba.me a la emprendedora es que se deben buscar servicios o productos que sean “muy transaccionables y que desde el primer día que inicia la empresa se debe buscar un modelo sostenible”.

Brasil y Argentina, los que más aprovechan

Para 2025, PwC estima que estas empresas lograrán ventas por USD 350 000 millones, igualando el conjunto de ventas de las firmas de arriendos de autos, películas, libros y maquinarias y de los hostales y servicios de cama y desayuno .

En la región, Brasil es el líder de América Latina en iniciativas de economía colaborativa, en respuesta a su actual contexto económico y a la entrada de empresas internacionales que facilitan la confianza y el conocimiento de los clientes, según el informe “Economía colaborativa en América Latina”.

El estudio, elaborado por la escuela de negocios IE Business School en colaboración con el Banco Interamericano de Desarrollo y el Ministerio de Economía y Competitividad español fue presentado a principios de este mes en Madrid (España).

De las iniciativas analizadas en el informe, el 32 % fueron fundadas en Brasil, por delante de Argentina y México, con un 13 % en ambos casos, y Perú, un 11 %.

Los principales sectores en los que operan estas nuevas empresas son servicios para empresas (26%), transporte (24%) y alquiler de espacios físicos (19%).
De acuerdo con el estudio, los tipos de sectores predominantes en las actividades de las iniciativas actuales sugieren una realidad donde los principales compradores son empresas que buscan acceso a servicios y espacio por un lado, y particulares buscando eficiencia en transporte y alojamiento.

Chile es otro país que la región que busca incentivar este tipo de negocios. En esa país, esa misión ha recaído especialmente en la Corfo -organismo dependiente del Ministerio de Economía- y en particular en el programa Start-Up Chile. Según datos de ese organismo, desde su creación en 2010 han apoyado a un total de 36 empresas que caen dentro de la categoría de economías colaborativas. Se calcula que se han desembolsado cerca de un millón de dólares.

Sebastián Díaz, gerente de Marketing de Start-Up Chile, comenta que en la región todavía es complicado hablar de un impacto real en la economía por parte de este tipo de negocios porque “todavía son pequeños y recién están empezando a marcar tendencia”.

Carolina Rossi, quien tiene experiencia en este tipo de negocios en Chile y Brasil, comenta que hace tres años, no se tomaba en serio a la economía colaborativa en la región y que ahora se puede ver que es algo real que tiene impacto. Además, añade, que estos negocios obligan a que las empresas tradicionales sean más creativas con sus ofertas.

“La economía colaborativa se está dando en todos los ámbitos, pero en la región ha tenido un fuerte impacto en los servicios de alojamiento y transporte”, dice Rossi.
El estudio del IE Business School destaca que en Latinoamérica más de la mitad de los proyectos colaborativos (64%), tiene menos de 10 participantes, mientras que solo el 7% emplea a más de 101 personas.

Los objetivos mayoritarios de los encuestados son, según el informe, crear nuevas formas de economía (69 %), mejorar la calidad de vida (53 %) y recuperar la economía local (50%).
De un total de iniciativas, la mayoría fueron creadas en los últimos cinco años, por lo que, según el informe, se trata de un mercado muy joven.

“La economía colaborativa está todavía en su infancia”, pero el mercado seguirá creciendo gracias a iniciativas locales y similares a las que existen en el ámbito internacional, manifestó el profesor del IE Business School Ricardo Pérez.

Pérez sostiene que la economía colaborativa presenta enormes oportunidades para las economías en desarrollo, desde el punto de vista de optimización de recursos, generación de empleo, y generalización y maduración del uso de tecnologías más ligadas al contexto socioeconómico real que a una globalización forzada.