Arturo Castillo / Motivador y Prof. De Técnicas Psicorrelajantes Arturo.castillo@catarsis.ec
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¿Existe el lugar perfecto para trabajar?

Quienes buscan ‘el mejor lugar para trabajar’, se lo imaginan, probablemente, como un paraíso, donde todo lo que hay que hacer es disfrutar, porque ya todo está hecho. Visualizan jefes perfectos, compañeros de trabajo superprofesionales, linda gente.

Están seguros de que los beneficios deben ser abundantes, con sueldos generosos, con políticas de estímulos sin igual; con planes de carrera concebidos para que los trabajadores alcancen el éxito. En fin, están convencidos de que ese ambiente laboral envidiable espera por ellos. Estos soñadores no están conscientes de que esa ‘tierra prometida’ exige niveles de compromiso, de responsabilidad, más allá de lo que están habituados. Ignoran que el mejor lugar para trabajar se lo construye cada quien, con una conducta activa, madura.

Piensan, consecuentemente, que la responsabilidad recae exclusivamente en la empresa, que los trabajadores son beneficiarios pasivos del buen ambiente laboral. Obviamente, se establecen parámetros generales, principios de convivencia, procesos administrativos, normas de conducta; misión y visión, una filosofía organizacional. Se respetan las normas legales, se tiene vocación social, se prioriza al ser humano por sobre el afán de ganancia.

Todo aquello, sin embargo, constituye el esqueleto, el aspecto formal de una organización. Lo que la sustenta, en realidad, es el espíritu humano, quienes se esfuerzan cada día, que brindan lo mejor de su talento, su precioso tiempo, a veces a expensas del bienestar de su familia. Sin esos elementos, se trata simplemente de un ente que realiza actividades comerciales, que ofrece y recibe servicios.

Aquello de ‘el mejor lugar para trabajar’ es algo que expira todos los días, que empieza cada mañana y se prolonga hasta el cierre de la jornada. Es una conducta consistente, una cultura organizacional incluyente, que funciona como un eje que lo atraviesa todo. Parte del directorio e inspira a todos los colaboradores.

Los ejercicios estadísticos, la determinación matemática del mejor lugar para trabajar, no siempre hacen justicia a la realidad; por eso deben relativizarse. El rostro que la empresa muestra debe guardar correspondencia con los hechos, con lo que ocurre puertas adentro. Una dosis razonable de imperfección sienta bien incluso a las empresas consideradas excepcionales; evita que envanezcan.

“El rostro que una empresa muestra  debe guardar correspondencia con los hechos, con lo que pasa puertas adentro”.

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