Foto: Glenda Giacometti / LÍDERES Juan Paguay es un artesano de Pistishí. Él enseña sus artesanías a los turistas que llegan al lugar.

Juan Paguay es un artesano de Pistishí. Él enseña sus artesanías a los turistas que llegan al lugar. Foto: Glenda Giacometti / LÍDERES

80 familias de Pistishí creen en el turismo

14 de octubre de 2016 07:05

Los paseos por las granjas orgánicas y trapiches de Tolte, una comunidad indígena situada al sur de Chimborazo, son el producto estrella que oferta la asociación de turística de Pistishí.

Allí también se ofrecen comidas típicas, recorridos por senderos naturales en compañía de guías nativos, artesanías y una experiencia de turismo vivencial que consiste en compartir con los comuneros sus rutinas diarias en las granjas y disfrutar de un día de campo.

“Es un proyecto integral. La idea es involucrar a toda la comunidad y generar más fuentes de empleo a medida que se incrementen las visitas de los turistas a nuestra comunidad”, dice Francisco Moina, presidente del Gobierno Parroquial de Pistishí, a donde pertenece la comunidad.

La iniciativa fue patrocinada por la Fundación Maquita Cusunchic y empezó con un grupo de nueve mujeres de la comunidad en el 2009. Hoy involucra a las 80 familias que habitan allí.
Ellos se dividieron en grupos para prestar diferentes servicios turísticos. Un grupo se turna para atender la cafetería, mientras que otro, integrado por 17 guías nativos, se ocupa de coordinar los paseos en caballos y bicicletas por la comunidad.

“En un inicio todos éramos incrédulos, no pensamos que los turistas iban a querer venir hasta acá. Luego nos capacitamos, descubrimos en el turismo una oportunidad para progresar y decidimos apoyar este proyecto”, cuenta Moina.

La Fundación apoyó la construcción de un restaurante comunitario, un sendero y un mirador desde donde se puede apreciar la Nariz del Diablo. Una montaña con una topografía particular, que la hace similar a un rostro.

Allí se construyó la línea férrea conocida como la más difícil del mundo, hace más de 100 años. Es que para que el tren pueda descender hasta la estación situada al pie del cerro, debe retroceder y avanzar en zigzag por las rieles.

Ese espectáculo es el atractivo más publicitado y el que más llama la atención de los turistas extranjeros.

La asociación comunitaria se inspiró en este atractivo y en la curiosidad que despertó en los visitantes para diseñar su producto turístico. Ellos ofertan un tour que cuesta USD 35 e incluye un tour a caballo o en bicicleta por la comunidad, un almuerzo típico y la visita al sendero que concluye con la llegada del tren y el relato de los guías nativos.

En la temporada vacacional y en feriados, este espectáculo atrae a unos 300 visitantes al mes, y en la temporada baja llegan en promedio unas 50 personas. Pero la meta de la Asociación es promocionarse en las redes sociales para incrementar el número de visitantes.
“No siempre fuimos tan optimistas. Antes aquí la situación económica era desesperante.

Dependíamos únicamente de la agricultura y como no tenemos agua, ganábamos muy poco con la producción, por eso todos migraban al extranjero”, recuerda Rosa Sauce, una de las fundadoras de esta iniciativa.

Para ella y su familia, su situación económica cambió en cuanto empezó a trabajar en el restaurante comunitario. Según esta mujer, la capacitación que recibió con los técnicos de la Fundación Maquita Cusunchic la transformó de agricultora en una emprendedora. Hoy vive del turismo.