El trabajador independiente se mueve en el presente, se hace cada día, con cada proyecto

Imagen referencial. El trabajador independiente se mueve en el presente, se hace cada día, con cada proyecto. Foto: Pixabay

‘Freelance’, el lobo solitario laboral

2 de enero de 2019 11:15

El trabajador de nuestros días es una criatura corporativa; un eslabón de la interminable cadena de producción. Cotidianamente, gigantescas empresas ponen a sus empleados a repetir incesantemente las mismas tareas.

La despersonalización, la ‘mente única’, el predominio de lo corporativo se imponen como aspectos del modelo productivo de los países industrializados.

En Japón, por ejemplo, miles de jóvenes son reclutados por grandes corporaciones, que les garantizan un trabajo de por vida. No tendrán que preocuparse por la estabilidad, no sufrirán la incertidumbre del futuro. Su existencia será un libreto previsible.

A cambio de la prometida seguridad, serán fieles y sacrificadamente laboriosos. No cuestionarán la autoridad; no pensarán por sí mismos. Aprenderán que a la empresa nunca se le dice que no; que a los jefes jamás se les contradice. La disciplina y el respeto al orden jerárquico y, sobre todo, el sentimiento de pertenencia, de modo que la empresa constituya una prioridad para el sujeto, son parte de un rígido código laboral. Intentar salirse de ese esquema provoca temor.

Erich Fromm, en su ‘Miedo a la libertad’, habla acerca del ‘agobio’ de una existencia autónoma. Siempre será más fácil, concluye, para los espíritus dependientes, carentes de iniciativa, que alguien más tome las decisiones, que determine el curso de las cosas.

Sin embargo, en la era de la Informática, el modelo de la subordinación y fidelidad corporativa empieza a debilitarse. El trabajador ‘freelance’, en posesión de las herramientas digitales, es capaz de desafiar la formalidad contractual, convirtiéndose en una suerte de lobo solitario laboral.

Pero la ‘rebelión’ tiene un costo: inseguridad. El trabajador independiente se mueve en el presente, se hace cada día, con cada proyecto, con cada contratación. Certeza, para él, es una palabra de carácter transitorio, temporal.

El ‘freelance’ ha decidido administrar su tiempo y su economía, sus energías y conocimientos.

Puede que esa decisión le aísle, le prive de la dinámica del aprendizaje grupal, que debilite su habilidad para comunicarse, para pensar en función de equipo. Sus relaciones serán virtuales; quizás nunca llegue a interactuar físicamente con quienes le contratan.

La fuerza del condicionamiento, de los hábitos, el hecho de moverse con tiempos específicos, de acudir al mismo lugar de trabajo cada día, genera una sensación de seguridad. Quienes laboran desde casa están exentos de esos referentes; podrían sentirse desorientados, carentes de una estructura, de un orden. No sabrán qué hacer, por ejemplo, con el tiempo sobrante.

Si bien es cierto que algunos estudios dicen que los ‘freelance’ experimentan soledad y aislamiento, ello depende del carácter del sujeto. De hecho, muchos de los grandes descubrimientos, de las experiencias humanas trascendentes, ocurrieron en soledad, en un estado de silencio mental.

El alejamiento de las ‘distracciones mundanas’ sería el prerrequisito para el desarrollo de la capacidad creativa. Puede que el ‘freelance’ esté en esa vía.