La razón y la emoción forman parte del sistema funcional que es la mente humana. Las dos van juntas y se necesitan mutuamente. Foto: Ingimage

La razón y la emoción forman parte del sistema funcional que es la mente humana. Las dos van juntas y se necesitan mutuamente. Foto: Ingimage

¿Qué es exactamente la inteligencia emocional?

13 de junio de 2019 10:05

La expresión inteligencia emocional está incluida hoy en el léxico de muchos, tanto de la gente corriente como de los intelectuales, los famosos o las empresas.

Pero no todo el mundo se refiere a lo mismo cuando utiliza esa expresión. Para algunos la inteligencia emocional es una especie de inteligencia más avanzada que la clásica, es decir, que la inteligencia analítica, la que miden los test que acaban dando un resultado en forma de coeficiente numérico.

Hay también quienes se refieren a la inteligencia emocional en negativo, como una incapacidad para controlar las emociones: “Se comporta como si no tuviera inteligencia emocional”. No faltan tampoco quienes creen que es un nuevo tipo de inteligencia recientemente inventada, pues, a fin de cuentas, el concepto de inteligencia no es absoluto, como lo son la talla o el peso de una persona.

Otros, por fin, ni siquiera sabemos a qué se refieren cuando hablan de ese tipo de inteligencia. Quizá por todo ello vale la pena intentar aclarar el concepto.

Hace algunos años que la popular revista anglosajona Time convirtió la portada de uno de sus números en una pregunta escrita con grandes caracteres y dirigida al gran público “¿Cuál es su coeficiente de inteligencia emocional?”. Ahí mismo, en caracteres mucho menores, se respondía: “No es su coeficiente de inteligencia. Ni siquiera es un número. Pero la inteligencia emocional puede ser el mejor predictor de éxito en la vida, redefiniendo lo que significa ser listo”. Eran los tiempos en que el periodista Daniel Goleman había publicado su conocida obra ‘Inteligencia Emocional’, haciendo creer a muchos que él la había creado o descubierto.

El concepto ha servido también para que muchos osaran desafiar a la evolución biológica del cerebro y las capacidades mentales anteponiendo la emoción a la razón, dándole primacía a la primera. Ciertamente, las emociones cambiaron el cerebro de los mamíferos hace 200 millones de años y perpetuaron una poderosa influencia de ellas que sigue viva en nuestra especie y nuestros días.

Pero hace muchos menos años, aunque no pocos, unos 60 millones, el cerebro de los primates desarrolló el neocórtex, la corteza cerebral moderna, un cúmulo de neuronas altamente organizadas y capaces de dominar al resto del cerebro. Ese desarrollo le confirió, aunque no siempre lo notemos, primacía a la razón, es decir, capacidad para dominar a los sentimientos.

Lo hizo de una manera muy especial. Cual fabuloso y perspicaz sujeto, la razón se propuso dominar a la emoción utilizando sus propias armas: una emoción solo la quita otra emoción, otra emoción que sea más fuerte y poderosa y/o incompatible con la que se quiere eliminar.

Cualquier persona que haya sufrido una crisis sentimental sabe muy bien que la mejor forma de superar esa crisis consiste no tanto en infravalorar la pérdida sino en cómo en suscitar un nuevo romance. Y para suscitar emociones incompatibles con las indeseables sirve la razón.

Bien utilizada, la razón siempre será más poderosa que las emociones. Ambas, razón y emoción, forman parte del sistema funcional que es la mente humana. Van juntas y se necesitan mutuamente. Inteligencia emocional es la capacidad de gestionar las emociones utilizando la razón. Las emociones son el imprescindible ejército que continuamente moviliza la razón.

El padre

Fue el emperador romano Marco Aurelio (121-180 DC), apodado ‘El Sabio’ y verdadero padre de la inteligencia emocional. En su imperecedera obra ‘Meditaciones’, tratado de inteligencia emocional, incluye la frase que todas las facultades de Psicología deberían esculpir con martillo y cincel sobre el mármol de su fachada: “La vida de un hombre es lo que sus pensamientos hacen de ella”.

Nadie ha captado mejor que este genial filósofo de la antigua Roma la esencia evolutiva de la mente humana, la capacidad del razonamiento para modificar las emociones, el modo de ver la cosas. Esa capacidad, insiste Marco Aurelio, siempre está a nuestro alcance para facilitarnos la vida. Utilizando la neocorteza podemos hacer que encajen entre ellos nuestros razonamientos, nuestras emociones y nuestro comportamiento. Ese encaje es la verdadera esencia de la inteligencia emocional, una capacidad mental tan antigua como el propio Homo sapiens sapiens.


Emocional e inteligente ¿de veras?

Arturo Castillo
Profesor de yoga y experto en RR.HH.

Sin duda, las emociones son una expresión visceral de los seres humanos, y dentro del proceso evolutivo, el sustrato más cercano a lo primitivo. Las emociones eran y son un aspecto irrefrenable de la conducta.

El proceso educativo está orientado a ‘civilizar’ a los sujetos; lo que entraña, implícitamente, aprender a reprimir ciertas emociones, potencialmente dañinas para la convivencia. De hecho, algunas emociones desafían el orden social.

El dualismo razón-emoción se originó en el ser humano el momento mismo en que tuvo conciencia de su existencia; cuando por primera vez fue capaz de verse a sí mismo actuando.
Pero el intento de volverles a los sujetos emocionalmente inteligentes no es una idea moderna. Los filósofos griegos reflexionaron profusamente al respecto. Con refinamiento, hablaron de las emociones, ligadas a la moral de los sujetos.

De su parte, Charles Darwin publicó, en 1872, ‘La expresión de las emociones en el hombre y en los animales’. Su interés se centró en las emociones más esenciales, como el llanto, el sufrimiento, el desaliento, la pena, el abatimiento; el amor, el sentido del humor. Todo ello en función del proceso evolutivo del ser humano.

La inteligencia emocional viene a ser una especie de arreglo entre el aspecto más primigenio del individuo y su lado racional. Las emociones racionales pueden ser un auténtico fraude, como amar con la cabeza.

El filósofo José Antonio Marina, en su obra ‘La inteligencia fracasada. Teoría y práctica de la estupidez’, hace un provocativo repaso de la malograda inteligencia humana.
Entonces, ¿conviene mezclar la cabeza y el corazón? No hay una respuesta definitiva, pero quizás se tiene que pensar bien antes de volverse emocionalmente inteligente.