El monje Kaichi Watanabe habla con una familia que recordó la muerte de una persona, en Japón. Foto: cortesía de AFP

El monje Kaichi Watanabe habla con una familia que recordó la muerte de una persona, en Japón. Foto: cortesía de AFP

En Japón se cuentan monjes para alquiler

8 de febrero de 2017 10:37

La ceremonia no tiene nada de particular: incienso, sutras y tintineo de campanillas. Salvo que el monje budista no oficia en un templo, sino en casa de un particular que lo contrató por Internet.

“Hay muchos templos en los alrededores, pero no sabía a quién contactar”, cuenta bajo anonimato unos de los clientes.

Para el primer aniversario del fallecimiento de su madre, optó por bucear en Internet, donde descubrió una empresa, Minrevi, especializada en el alquiler de monjes. A una tarifa de 35 000 yenes (un poco más de USD 300) por un servicio de 30 minutos.

Con una simple llamada, Kaichi Watanabe acudió a su casa. “Un monje desempeña el papel de hacer descubrir el mensaje de buda, pero hoy cada vez menos gente llama a la puerta para esta enseñanza”, afirma este religioso, encantado de ir en busca de fieles.

El Gobierno japonés no dispone de estadísticas sobre las distintas confesiones en el país donde el autóctono sintoísmo y el budismo son mayoritarios.

Para muchos japoneses, la religión es una formalidad que les lleva al santuario o al templo con motivo de los grandes momentos de la vida y las festividades.

Minrevi comenzó a proponer este servicio en mayo de 2013, siguiendo los pasos del grupo de gran distribución Aeon. La demanda crece al tiempo que decae el vínculo entre la gente y los templos locales, antaño eje central de la comunidad.

Los usuarios aprecian en esta fórmula la transparencia de las tarifas, por oposición al sistema opaco de donativos (“ofuse”) practicado en los templos. “Para nosotros, clientes, hay un lado tranquilizador y de fácil acceso porque nos proponen una lista de precios clara”, declara el hombre que recurrió a los servicios de Minrevi.

En el modelo tradicional, las familias deben hacer varios donativos por la cantidad que decidan, durante más de una década. Con este dinero los templos realizan obras de renovación, pero los fieles lamentan que se dé prioridad a la recaudación de fondos en detrimento del acompañamiento espiritual.

Chiko Iwagami, uno de los responsables de la Federación budista japonesa, reconoce que algunos monjes han reclamado cantidades específicas. “Esto desprecia el espíritu de los donativos”, deplora. Iwagami no está de acuerdo con el alquiler de monjes. “Es una comercialización de los donativos, es extremadamente lamentable”, recalca.

Masashi Akita, vicepresidente de Minrevi, discrepa. Para él la religión y el negocio son compatibles. “No hacemos más que responder a una necesidad existente proponiendo una plataforma” que conecta los monjes y los particulares, responde. Su compañía -dice- es un éxito: 700 monjes para 12 000 demandas en 2016 (+20% anual).

“Me sorprendió mucho que la gente no supiera cómo contactar con un monje”, dice. “Me entraron ganas de servir de puente”. En vez de escandalizarse, “las autoridades budistas deben preguntarse cómo administrar su parroquia con menos ingresos. Pero parece que no quieren mirar de frente la realidad”, estima Kenji Ishii, profesor de la universidad Kokugakuin. Los templos se vacían a medida que la población envejece y las zonas rurales se despueblan.