Una imagen del espacio de coworkin desarrollado por Invernadero. El sitio se encuentra en la zona de Urdesa. Foto: Mario Faustos / LÍDERES

Una imagen del espacio de coworkin desarrollado por Invernadero. El sitio se encuentra en la zona de Urdesa. Foto: Mario Faustos / LÍDERES

Un lugar para conexiones empresariales

4 de diciembre de 2017 17:02

Invernadero Coworking es una empresa que nació a comienzos del 2016 en Urdesa, al norte de Guayaquil.

Sus fundadores, Aldo Arellano y Enrique Ledergerber, tenían tiempo dándole forma a la idea. Su intención era elaborar una estructura de negocios que mejorara las ofertas de espacio físico en las que pudieran relacionarse los miembros de una comunidad de emprendedores de todo tipo.

Innovaron en el ‘coworking’, tendencia que surgió hace una década en EE.UU. y que se define como un espacio para el intercambio de conocimientos en diversas disciplinas y para adquirir mayores experiencias. El objetivo principal de estos sitios es generar un ecosistema de clientes y contactos para mejorar los negocios.

“Vimos que existían varias ‘startups’y empresas innovadoras que estaban repartidas por la ciudad, aisladas. Vimos la oportunidad de brindar el servicio y hacerlo rentable”, afirma Arellano.

Actualmente, Invernadero Coworking cuenta con unos 50 miembros de distintos sectores.
En las dos plantas del ‘coworking’ –que cuenta con salas de reuniones y cafetería– conviven representantes de consultoras, del área de impresión y diseño, empresas de alimentos, diseñadores gráficos, animadores 3D, exportadores, productores de video, consultoras de innovación y desarrollo, etc. El costo de la membresía va desde los USD 75.

La edad promedio de empresarios que conviven es de 33 - 34 años, quienes ya han adquirido cierta experiencia con proyectos previos -tal vez algunos fracasos- y comienzan a ver resultados económicos, asegura el cofundador.

“Nuestro nicho de negocio es captar fundadores de empresas que tienen cierto desarrollo, que generan ingresos (…) Todos están en una fase de expansión, trabajan duro y más que todo buscan ampliar su cartera de clientes. Cada vez que entra un socio la gente se relaciona, es abierta”, agrega.

Invernadero les ofrece todas las herramientas para realizar el trabajo, de esta manera les reducen costos de mantener una infraestructura y sus servicios, además de talleres los fines de semana.

Los miembros acceden a espacios de trabajo u oficinas en que se que ofrece hasta el café de la mañana. Además, se incluyen servicios como recepción de correspondencia, guardianía y bodega.

La visión de Invernadero es poder proveer lazos que agreguen valor y conexiones para los participantes. Además, que los fundadores de las empresas puedan monetizar los contactos que generan en la constante interacción.

De acuerdo con Arellano, ha sido efectivo. Al principio, los negocios entre los miembros tardaban unos tres meses en consolidarse; ahora es mucho más inmediato.

Aunque no quiso dar cifras de la inversión que requieren empresas de este estilo porque –asegura– es una filosofía de Invernadero, considera que “el dinero no es impedimento” para llevar a cabo el proyecto. Incluso tienen planes de expandirse.

“Nos encantaría estar en más lugares de la ciudad. Ahora tenemos la sede en Urdesa, que escogimos como punto estratégico porque es superjuvenil y empresarial; tiene ‘startup’ y una estructura de empresas que conviven con casas. Es muy dinámico”, sostiene .