Un gasto es considerado de calidad, cuando este se alinea con un objetivo que las personas se han fijado. Foto: Freepik.es

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Wilson Araque J. (I)
Para LÍDERES
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El objetivo es gastar menos y, sobre todo, gastar mejor

22 de enero de 2020 11:32

Uno de los objetivos que se tiende a plantear la gente para inicio de un nuevo año es el relacionado a cómo disminuir los gastos. La idea está bien, siempre y cuando a la intención de disminución, también, se le acompañe de una estrategia sobre cómo mejorar la gestión del gasto personal y familiar que se la tiende a realizar en el día a día y que, al final del año, cuando es direccionada de forma “racional e inteligente”, puede ser capaz de generar ahorros que, desde la óptica financiera, son ingresos autogenerados que, luego, podrán ser usados en nuevas inversiones o en el pago de deudas que quitan el sueño a las familias.

Un gasto es considerado como bueno -gasto de calidad-, cuando este se alinea con algún objetivo que las personas y las familias se han planteado alcanzar.

Por ejemplo, la contratación de un seguro de salud y de vida para los miembros familiares es una decisión preventiva que, en algún momento, puede, más bien, generar ahorros cuando alguna enfermedad inesperada o muerte repentina aparece en el entorno familiar -más aún si el afectado es el jefe o jefa de hogar-.

Otro ejemplo, puede ser la decisión de dar mantenimiento a la casa o departamento de propiedad de la familia, lo cual, en última instancia, evitará que se tengan que desembolsar mayores recursos cuando los daños fueron más grandes debido a la falta de prevención pro cuidado de la infraestructura física familiar.

Dentro de la filosofía del saber gastar mejor, también podrían estar -como ejemplos adicionales- las decisiones de gasto en ciertos productos que ahora son considerados como orgánicos o aquellos que, por su composición material, son categorizados como de menor impacto al medio ambiente natural.

En el caso de los productos orgánicos está comprobado que, en muchos de los casos, su consumo -a pesar de que el precio tiende a ser mayor de los productos tradicionalmente consumidos- termina generando efectos positivos a la salud humana, lo cual, financieramente, se puede evidenciar cuando se evitan gastos no programados cuando uno o más miembros de la familia se enferman por el hecho de consumir productos que, con componentes artificiales excesivos, son comercializados en el mercado de alimentos.

Lo mismo ocurre cuando los consumidores responsables deciden comprar productos que afectan lo menos posible al medio ambiente natural. Un buen ejemplo, dentro de este escenario, es la tendencia a la ‘guerra’ hacia los productos que contienen plástico y son considerado como de un solo uso. En este caso, la decisión por comprar productos alternativos -muchas veces, también, un poco más caros que los tradicionales- es una contribución, de alcance colectivo, al logro de un entorno de vida más amigable y con altas probabilidades de que sea capaz de brindar las mismas o superiores comodidades a las futuras generaciones del planeta Tierra.

Por último, dentro del saber gastar mejor, también, están decisiones como: ¿Qué es mejor arrendar o comprar un bien raíz o una máquina o equipo de uso familiar?; ¿Es conveniente dejarse atraer por las cuotitas de pago?; ¿Cómo puedo convertir un gasto fijo en variable?; ¿Cómo puedo impulsar compras colectivas a nivel de amigos y/o parientes cercanos?, etc.