Redacción Guayaquil
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La oferta crece para el paladar exigente

Cuando un consumidor va a un restaurante gourmet, no busca simplemente comer: busca vivir una experiencia completa. Es la opinión de Boris Lascano, propietario de los restaurantes Álo, Tupac y El Fogón. Estos locales siguen la línea gourmet y están ubicados en la vía a Samborondón (al norte de Guayaquil).

Cada vez son más las personas que buscan vivir este tipo de experiencias. “La cultura gastronómica ha crecido en Guayaquil y con ella, el número de restaurantes gourmet”, afirma Muriel Ann Beaven, propietaria de El Caracol Azul, un sitio con 37 años de trayectoria.

Según Beaven, hace 10 años existían aproximadamente 10 locales de este tipo en la ciudad. Hoy, entre Guayaquil y Samborondón, se estima que existen más de 25, según algunos actores del sector. La oferta principal es carnes y mariscos.

Pero, ¿cuál es la diferencia entre un restaurante tradicional y uno gourmet? Para el chef Alexander Espinoza, el primero trabaja con recetas estándares y el segundo lo hace con creaciones de los chefs.

Lascano añade cuatro características más de los locales gourmet: ubicación, decoración, ambiente y servicio. Sobre esta última menciona que es fundamental, ya que el cliente demanda la mejor atención. Por ello, en sus locales, se realizan capacitaciones mensuales. Y los colaboradores son evaluados con frecuencia.

Renato Carló es propietario de la Trattoria Piccolo Mondo. Él coincide en la importancia de la decoración. Carló cuenta que compró el restaurante, pero hizo adecuaciones, básicamente en infraestructura y acabados. La inversión requerida fue de USD 350 000. “Todos los adornos los importamos de Italia. Además, instalamos tres peceras que son una insignia de nuestro local”.

Sobre el tema de la inversión, Lascano dice que depende de la capacidad y los acabados del local. Agrega que el valor puede oscilar entre los USD 150 000 y 250 000. Para Beaven, el valor está entre los USD 180 000 y 200 000.

En cuanto a la facturación, los consultados afirman que depende del mes. Hay meses con mayor afluencia, en los que, coinciden, las ventas pueden ascender a los USD 60 000. Los meses más bajos, la facturación es de unos USD 25 000.

A estos sitios asisten un mínimo de 1 000 personas al mes. Por ejemplo, en el local de Beaven, se recibe a unos 1 500 clientes mensualmente, entre turistas y consumidores locales. Por otro lado, a Álo llegan unas 2 500 personas al mes, mientras que a Tupac, unas 3 000. En la Trattoria Piccolo Mondo, se cuentan unos 3 000 comensales por mes.

En cuanto al precio, los platos fuertes oscilan entre los USD 10 y 50. Lascano menciona que el consumo promedio por cliente varía de acuerdo al local. Menciona que en el restaurante El Fogón es de USD 30, mientras que en Álo es de USD 40 y en Tupac de unos USD 35.