Fotos: Paúl Rivas y Mario Egas / LÍDERES Franco, Juan, José y Mariella Guerini Puciarelli (de pie), junto a su padre, Giuseppe Guerini (sentado), están al frente de la compañía.
Sebastián Angulo Redacción Quito / LÍDERES
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Ponte Selva, 3 generaciones hilaron la ruta de esta compañía

En los pasillos de su fábrica aún se siente la nostalgia de la década de 1960. De hecho, una máquina de esa época aún funciona y es operada por uno de sus 222 trabajadores.

Así es Ponte Selva, una firma dedicada a la industria piolera y textil, que nació hace 50 años, en una pequeña planta ubicada en el norte de Quito. Ahora, sus ítems se distribuyen en ferreterías de todo el país y su producción asciende a 150 toneladas mensuales, entre piola; telas planas y de punto; y gasa hidrófila de algodón no estéril.

El origen de esta firma se remonta a Italia, específicamente a Ponte Selva (comuna ubicada en Lombardía, noroccidente de ese país), donde Giovanni Guerini Signorini nació y aprendió el oficio de la hilatura y transformación de la fibra de algodón, en 1918.

El artesano afianzó sus conocimientos en Rumania, cuando laboró en la fábrica textil Fusul. Era 1936 y el trabajo en ese lugar fue clave para poder subsistir -junto a su familia- durante la Segunda Guerra Mundial.

Trece años después -y luego de un viaje en barco que duró cerca de un mes- llegó a Uruguay para incorporarse a la empresa textil La Mundial.

En 1953, Guerini Signorini llegó a Ecuador tras la propuesta de Abraham Handal para incorporarse en Textiles Nacionales. Luego de 10 años de establecerse en el país y conocer el mercado decidió instalar una máquina en su hogar, en el norte de Quito, para fabricar piola. Así nació Ponte Selva, en 1963, con una inversión de unos USD 4 500.

Entre los primeros clientes de sus productos estuvieron Comercial Kywi y ferreterías del centro de la ciudad. Giuseppe Guerini Casari, hijo de Guerini Signori, quien gerencia la empresa desde su inició, recuerda que su padre iba en bus a dejar la piola a sus compradores.

Las ganancias obtenidas fueron reinvertidas para la adquisición de más maquinaria y, poco a poco, su casa se convirtió en su fábrica textil. A la par del crecimiento, las ventas también subieron. Por ello la empresa diversificó su producción a hilo de chillo (para uso en zapaterías, ferreterías, máquinas de coser industriales, embutidos y más ) e hilo para coser costales.

En 1988, Giovanni Guerini Signorini falleció pero su legado no quedó ahí. Ponte Selva se consolidó en la industria piolera nacional, pero luego de ello se trazó un nuevo objetivo: incursionar en la producción de textiles. Así, en 1994 la firma implementó una tejeduría e hiladura y dos años después una tintorería de telas, en Yaruquí (nororiente de Quito).

Actualmente, la firma cuenta con tres plantas con inversiones cercanas a los USD 3 millones. La compañía obtuvo los recursos mediante ahorros y préstamos a la Corporación Financiera Nacional (CFN. Hoy en día, la tercera generación ya trabaja en esta firma; los hijos de Guerini Casari: Mariella, Franco, Juan y José Guerini Puciarelli también están al frente de la empresa.

Ahora, la piola llega a todo el país. Ingenios, envasadoras, ferreterías, entre otras, usan y distribuyen sus productos Víctor Abarca, jefe de compras de la cadena Kywi, asegura que Ponte Selva es uno de sus proveedores tradicionales. Cada mes, esta cadena de ferreterías le compra unos USD 2 000 en cabos y piola de plástico y algodón.

Abarca explica que estos ítems son demandados por floricultoras y artesanos. "La calidad del producto es comprobada, por eso los clientes se han mantenido durante décadas", añade.

Juan Ramiro Paredes es propietario de la fábrica textil Jerpp. Él comenta que desde hace 20 años le compra materia prima a Ponte Selva. Al mes, esta empresa adquiere unos USD 120 000 en tela, pañal y gasa. "Tenemos una relación de confianza gracias a su calidad".

En ello coincide Ricardo Bastidas, jefe de Compras de Pronaca, cliente desde hace 15 años de Ponte Selva.

EL INSIGNIA

‘La capacitación es un punto clave’

Trabajo en Ponte Selva desde hace 17 años. Llegué por medio de un compañero de mi padre, quien me avisó que había una vacante en la compañía. En los años en que he estado la empresa ha crecido mucho. Mi aporte para que la empresa haya salido adelante es el trabajo incondicional; Ponte Selva siempre nos ha remunerado a tiempo y de acuerdo a la ley. Gracias a ello, he podido sacar adelante a mi familia, conseguir mi vivienda. Mi trabajo consiste transformar el plástico, la materia prima, en la piola. Tenemos turnos rotativos, cada uno de ocho horas: 06:00 a 14:00; de 14:00 a 21:00 y de 14:00 a 06:00. El ambiente laboral es agradable, son buenos compañeros. Siempre nos ayudamos y apoyamos al personal nuevo. La compañía también nos brinda capacitación tres veces al año, por ejemplo, sobre manejo de residuos y reciclaje; también de seguridad industrial.