Uno de los aprendizajes que dejó la pandemia en el 2020 es la necesidad de tener un fondo de ahorro. Imagen: www.freepik.es

Uno de los aprendizajes que dejó la pandemia en el 2020 es la necesidad de tener un fondo de ahorro. Imagen: www.freepik.es

La resiliencia financiera y retos para el nuevo año

4 de enero de 2021 15:14

Uno de los propósitos en los planes personales y familiares de Año Nuevo es cómo mejorar “la capacidad de resiliencia financiera”. Es decir, la forma rápida o lenta con la que una persona o una familia se recupera tras sufrir una caída fuerte, producto de una pérdida de empleo, reducción salarial o aumento del endeudamiento, debido al surgimiento de necesidades emergentes como las que aparecieron en los momentos difíciles de la crisis pandémica, por ejemplo quebrantos de salud a causa del covid-19 o de otra dolencia médica.

Esta propuesta toma fuerza en el momento que se la contextualiza -como argumento vivencial motivador de su impulso- con las experiencias pandémicas sentidas, en carne propia, por la mayoría de la población. En donde se pudo evidenciar que, desde la óptica de las resistencias financieras acumuladas, quienes lograron afrontar con mayor fuerza los efectos duros fueron las personas y familias que, antes de la crisis pandémica, vinieron construyendo, producto de la puesta en acción de un hábito actitudinal positivo: la cultura por el ahorro. Estos fondos que, como una especie de “sistema inmunológico financiero”, les ayudó a soportar los estragos sorpresivos de los momentos de iliquidez que paulatinamente fue generando el confinamiento obligado.

Frente a esta realidad, como un aprendizaje pandémico de cara a una preparación proactiva de lo que se viene en el 2021 y en años posteriores, aparece como prioritario que las familias, ahora sí, centren sus energías en acciones reales que contribuyan -como directriz clave de Año Nuevo- a la consecución de la meta familiar. Entre ellas, fortalecer anticipadamente la capacidad de resiliencia que, en última instancia, sea la que permita salir más rápido de alguna dificultad financiera. Porque, en el momento menos esperado, se puede activar alguna amenaza como lo ocurrido en el 2020, con las facturas gordas que fue pasando el covid-19 a las familias.

Entre las acciones, para lograr este objetivo se pueden resaltar las siguientes: seguir aprovechando, como producto del teletrabajo y teleeducación que se extenderá en buena parte del 2021, la posibilidad de generación de ahorros. Esto, como consecuencia de que las familias seguirán preparando, buena parte de sus alimentos en casa y además gastarán menos en movilidad, ya que la educación y el trabajo se hacían fuera de casa.

Además, otra acción es la relacionada con la definición -como política familiar interna- del destino de un 15% de los ingresos generados a crear un fondo de ahorro (predestinando de ese fondo, unos 5 puntos porcentuales, para uso exclusivo cuando aparecen de situaciones de emergencia).

Una tercera acción sería impulsar la creación de otras fuentes de ingresos familiares que, complementen a los que la familia ha venido percibiendo de forma ordinaria. En cuarto lugar, participación activa en programas de educación financiera; y quinta, como otra posible acción -que siempre se repite, es la eliminación de los llamados “gastos hormiga” que, a primera vista, parecen insignificantes, pero que cuando se los cuantifica a través de la suma acumulada -por ejemplo anual-, se puede ver la real dimensión de su impacto en la economía familiar.

Finalmente, todo lo que se acaba de proponer deberá ser ajustado y adaptado a la realidad del ingreso personal y familiar que, pensando en el 2021, deberán desarrollar habilidades de gestión del dinero para tiempos de una crisis sanitaria y socioeconómica que continuará propinando sendos coletazos.