El cuencano Pedro Salgado, de 42 años, comercializa sus productos en cafeterías, tiendas y supermercados. Foto: Xavier Caivinagua para LÍDERES

El cuencano Pedro Salgado, de 42 años, comercializa sus productos en cafeterías, tiendas y supermercados. Foto: Xavier Caivinagua para LÍDERES

Sus salsas de ají son degustadas en el Austro

1 de diciembre de 2017 19:48

Hace dos años, el cuencano Pedro Salgado, quien estudió la carrera de Agrozootecnia, identificó la oportunidad de procesar las diferentes variedades de ají que cultivaba en su finca, ubicada en el valle de Yunguilla, en la zona costanera de Azuay.

No era rentable comercializar la producción directamente porque el precio, por lo general, era bajo y no era rentable, recuerda el emprendedor. Las primeras pruebas las realizó con su progenitora. “Al principio fue una distracción”.

Su idea fue incursionar en el mercado con un sabor diferente, por ello empezó con la variedad de ají con sabor a maracuyá, que es una salsa agridulce y picante. “En ese entonces no había muchas opciones en el mercado”, manifiesta Salgado. Además, quiso que los consumidores valoren la calidad de los ingredientes, que son totalmente naturales.

Al inicio elaboraba una caja o dos como máximo, de 24 unidades, cada semana. Por lo general, las comercializaba en las cafeterías cuencanas que buscaban productos artesanales, o a familiares y amistades.

En la actualidad elabora seis tipos de salsas de ají con sabores de tomate de árbol, maracuyá, ahumado, rocoto rojo o rocoto amarillo y jalapeño. Además, ají en polvo o seco. Todas estas cuentan con registro sanitario.

Salgado produce 40 cajas mensuales, entre todas las variedades. “Cada caja de 24 unidades tiene las seis variedades de salsas. Es decir, cuatro por sabor”.

Estas salsas son comercializadas en presentaciones de 165 gramos y tienen un costo de USD 2,75. En el caso del ají en polvo tiene dos presentaciones, de 30 y 60 gramos. Los precios son USD 2,50 y 3, respectivamente.

Según Salgado, el 30% de la materia prima que utiliza en el proceso productivo proviene de su finca en Yunguilla. El porcentaje restante lo obtiene de otros proveedores de la zona y de El Valle.

En la capital azuaya, Salgado cuenta con un taller para la elaboración de los productos de El Chacarero. Desembolsó USD 5 000 para la adquisición de máquinas para deshidratar, empacadoras al vacío, entre otro tipo de equipamiento. Adicionalmente, invierte en promoción, diseño de etiquetas y otros rubros.

Sus productos, en la actualidad, se comercializan en ocho cafeterías de la capital azuaya. Además, se venden a través del programa Delis del Barrio, que impulsa el Gobierno Provincial de Azuay.

En este último caso son ocho locales, que están ubicados en zonas estratégicas de Cuenca y en las zonas rurales, asegura el emprendedor azuayo.

Otros puntos de venta son Fontana, los supermercados El Gran Sol, la Megatienda del Sur, Patricia y Popular y gasolineras ubicadas en las carreteras de salida de la capital azuaya.

Salgado trabaja con su esposa María Augusta Guillén, quien es ingeniera comercial.

Ella se encarga de la parte financiera y de administración del negocio. En cambio, él está encargado de la producción. Una persona le acompaña en esa labor y le ayuda dos veces por semana.

La marca de El Chacarero, manifiesta Salgado, surgió porque esa palabra está relacionada con la persona que cultiva y ama el campo o la chacra andina. “Es un gusto que lo comparto y es un nombre que es de fácil recordación” para el público consumidor.