LAS VACACIONES DE FIN DE AÑO  SON UN ACTO DE RENOVACIÓN
Arturo Castillo. Especial para LÍDERES
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Las vacaciones de fin de año son un acto de renovación

Por una u otra razón, el gerente es un personaje en el ojo del huracán. Todo lo que haga o deje de hacer será motivo de comentarios y murmuraciones; servirá como referente, inspirará o desalentará.

Habrá quienes consideren que el gerente hace muy poco, que solo sirve para 'figuretear', que se aprovecha del esfuerzo ajeno para lucirse con sus superiores. Otros, en cambio, verán en él un ejemplo de esfuerzo y dedicación, aceptarán de buen agrado su liderazgo.

En cualquier caso, el trabajador común no entiende por qué el gran jefe disfruta de tantos privilegios, por qué le pasan tantas cosas buenas: gana superbién, tiene algunos beneficios extra; entra y sale cuando quiere, sin dar cuentas a nadie, y como si todo eso fuera poco, goza de sus vacaciones en la mejor época: el fin de año.

Obviamente, todas esas 'injusticias' tienen su razón de ser. Primeramente, no es fácil ser gerente, cargar con todo el peso de la responsabilidad; ser quien toma las decisiones cruciales, quien tiene que presentar al Directorio los planes y proyectos, las estrategias, el balance de logros. La persona que afronta las amenazas, el individuo cuyos olfato y talento son cruciales para aprovechar las oportunidades de crecimiento.

En suma, son demasiadas responsabilidades, que algún rato podrían llevar al individuo al agobio, al cansancio crónico. No solo eso, quizás lleguen a comprometer su estabilidad familiar, talvez hasta se vuelva un 'workalcoholic'. Sin embargo, parte de su entrenamiento personal consistió en hacer frente a situaciones críticas sin colapsar u optar por abandonar el frente de batalla, dejando a su equipo inerme, la empresa a la deriva.

También los propietarios de empresas y negocios tienen por estrategia 'desenchufarse' de todo el fin de año. Hay razones prácticas, como el cierre del año fiscal, el notable descenso de la actividad comercial luego de la locura navideña.

Pero no deja de ser menos importante el cierre mental del año, que pudo no ser del todo satisfactorio, y que se quiere 'olvidar', dejar atrás para empezar desde lo fresco, con ánimo renovado y positivo. Contrariamente, quizás fue un año exitoso, en cuyo caso, hay razones para acogerse a un justo descanso, como el labriego que recoge los frutos de una buena cosecha.

Esto del fin de un ciclo y el inicio de uno nuevo no es un asunto contemporáneo. Esa idea acompaña al hombre desde siempre. El caos y la renovación, el 'fin del mundo' y su restauración, el retorno al estado primigenio, la obsolescencia y la regeneración; un nuevo orden que surge de aquello que ha cumplido su ciclo.

Intuitivamente, o conscientemente, los individuos y las organizaciones se disponen al movimiento, al renacimiento. En ese sentido, el 'ritual' de las vacaciones, el paréntesis a la frenética actividad, especialmente si son para dar la bienvenida al año nuevo, contribuyen esa restitución del ánimo y del cuerpo.

El año nuevo es, a la vez, un proceso alquímico. Ese 'corte' del tiempo tiene una fuerte influencia, una connotación no solo simbólica sino también práctica. No es solo un hacer de cuenta 'como si', sino realmente experimentar la fuerza del cambio, el efecto de un tiempo cualitativamente distinto, de un inicio que augura prodigalidad.

Es a partir de esta intuición, latente en el inconsciente colectivo, que el hacer algo a partir del año nuevo tiene una fuerza insospechada para la psiquis.

Naturalmente, ni los gerentes ni las empresas están en dominio de estos principios que gobiernan la mente y la conducta; sin embargo, en la vida habitual y cotidiana, muchas de las decisiones 'conscientes', pensadas y reflexionadas, están moduladas por el inconsciente profundo.

Surge, necesariamente, la pregunta: ¿está, entonces, el privilegio del 'renacimiento' reservado solo para la gente 'importante'? De ninguna manera. En realidad, todo ser humano tiene la ilusión de que es capaz de manipular el tiempo, usándolo a conveniencia.

La medición occidental del tiempo, que ha impuesto un inicio y un final del tiempo, el año calendario, tiene una larga historia evolutiva. Más precisamente, en el hecho individual, cada persona tiene un punto de inicio, un punto de inflexión: su fecha de nacimiento, su venida al mundo.

Pero aparte del cumpleaños, cuenta con otros eventos y fechas fuertes, referenciales, que marcaron inicios de vital importancia: la graduación, el matrimonio, el inicio de la vida profesional, un viaje 'sin retorno', la apertura de un negocio, la superación de una enfermedad, el estreno de la paternidad, la primera experiencia amorosa, entre otras tantas circunstancias que revelaron un 'nuevo mundo'. Es decir, el sujeto puede establecer para sí mismo hitos temporales y usarlos como fórmulas de transformación, para provocar cambios sustanciales en su evolución personal, que le sirven como reminiscencias de los tiempos gloriosos personales.

Pero ya en el ámbito organizacional, se espera que el equipo responda a la altura, que sea capaz de afrontar la ausencia momentánea del líder sin resquebrajamientos. Habrá, idealmente, un segundo a bordo que tome el relevo.

El efecto Tiempo de espera.  Si las vacaciones lograron el efecto renovador deseado o no, se verá en los primeros días de la reincorporación al trabajo.Una posibilidad. Si el sujeto siente que su regreso es solo el primer día de lo mismo, le espera un largo año de tortura...Lo temporal.  Toda persona puede establecer para sí mismo hitos temporales y usarlos como fórmulas de transformación, para provocar cambios sustanciales en su evolución personal.