Noticia
lunes 02/11/2015 00:00

El fiambre que llevaba a diario a la escuela Federico Proaño, en Cuenca, era un pan con nata y un guineo. En lugar de comerlos, porque se cansó, prefería venderlos. Cuando Bernardo Polo Andrade llegó a segundo grado cambió su oferta por los cromos y canicas.